El texto reflexiona sobre la relevancia persistente del análisis crítico del desarrollo, señalando cómo este concepto continúa siendo una fuerza cultural y social significativa en diversos contextos. Las disputas políticas en torno al desarrollo afectan la vida y los medios de subsistencia de muchas personas, mientras que profesionales y académicos siguen debatiendo y produciendo conocimiento sobre diferentes aspectos de este tema, aunque con menor entusiasmo en algunos países como Estados Unidos.
A pesar de los cambios en las perspectivas académicas, el desarrollo sigue siendo una herramienta clave en estrategias de dominación cultural y social. Sin embargo, estas estrategias se perciben ahora de manera más matizada, reconociendo cómo las comunidades también pueden apropiarse del concepto para sus propios propósitos. Esto resalta la complejidad del desarrollo como un espacio de conflicto y negociación entre diferentes actores.
El autor admite que sus propias ideas sobre el desarrollo han evolucionado, pero reafirma la vigencia del impulso político que lo llevó a cuestionar la «invención del desarrollo» y a imaginar una «era postdesarrollo». Este marco crítico sigue siendo necesario para entender y desafiar las dinámicas de poder que atraviesan las narrativas y prácticas del desarrollo global.