China Kichá es uno de los territorios indígenas más pequeños de Costa Rica. Un pueblo que estuvo a punto de desaparecer, pero en el 2018 se levantó contra la maquinaria del racismo estructural costarricense, de las haciendas del sur del país y del extractivismo ganadero para recuperar el 100% del territorio que les pertenece por ley.
Al mismo tiempo que resisten a todas las agresiones vividas por la recuperación de tierras, como los incendios probablemente provocados que quemaron casi 700 hectáreas, su forma de vida persiste en transformar los pastizales de antiguos terratenientes, en lugares seguros donde los venados están volviendo a pastar, en dejar crecer los parches de bosque a donde las pavas negras regresan, en cuidar las nacientes para que todos los seres vivos de ese territorio se beneficien.
La vida sigue regenerándose y la sorpresa contínua al ver una nueva ave, serpiente, árbol, mamífero, en el territorio promovió que integrantes de China Kichá iniciaran un inventario participativo de especies para visibilizar la biodiversidad del territorio y acercarse a conocer a profundidad lo que les fue arrebatado por tantas décadas.
Ariel Ríos Ríos, del clan Julabulüwak, indicó: «Estamos haciendo un inventario, creando una lista de especies de árboles, plantas medicinales, aves y mamíferos. Es participativo porque está participando toda la comunidad, niños, mujeres hombres, adultos mayores. Y la idea es poder reconocer qué tipo de especies podemos encontrar en el territorio y poder guardarlas en un libro, en un video, para que las futuras generaciones puedan observar el trabajo que estamos haciendo hoy en día. Y lo lindo es que podemos aprender de los mayores que nos están acompañando en el proceso, para reconocer el conocimiento que tienen de árboles y plantas, y guardar el conocimiento para que no se olvide».
En noviembre del 2022 el Programa Kioscos Socioambientales, Funga Conservation y el Departamento Ecuménico de Investigaciones (DEI), empezaron a colaborar en conjunto con integrantes de la comunidad para darle forma al registro colaborativo. A su vez, esta vinculación buscó apoyar el tejido de la vida con herramientas de trabajo psicosocial en respuesta a las necesidades de las personas después de los eventos traumáticos a los que se ha visto enfrentado el territorio.
Con el inventario, la comunidad decidió muestrear cuatro grupos de especies: árboles, aves y plantas medicinales, con la posibilidad de integrar también mamíferos y reptiles. La información registrada, será publicada para que las infancias de la comunidad puedan acceder a material pedagógico escrito, sonoro y audiovisual de la biodiversidad. Todo esto en el marco del consentimiento informado para la protección de información de usos y costumbres creado por la comunidad; con el fin revitalizar los saberes y la cosmovisión cabécar materializada en sus ecosistemas, para que sea conocida por las nuevas generaciones de la comunidad.
Ríos señaló: «Sirve para un montón de cosas. Más allá de la tierra, este proceso nos ayuda a recuperar lo que son árboles, animales. Cuando esto estaba en manos de no indígenas, explotaban mucho lo que eran árboles maderables y la caza. Entonces durante este proceso se va a poder identificar qué especies animales y árboles hay para protegerlos. Nos ayuda entonces no solo a proteger la tierra, sino también a los árboles y a los animales, porque todos son importantes».
En lo que va del 2023 se han realizado diversos talleres de planificación, integrando a las infancias en el proceso, se ha compartido conceptos técnicos de biología, realizado intercambios con defensoras de la vida, generado espacios para nombrar emociones, gestionado la donación de árboles para reforestación, mapeado e identificado algunas especies en el territorio, además de la ejecución del primer muestreo de árboles.
En este muestreo participó la niñez, abuelos y personas adultas de la comunidad, quienes reconocieron especies de valor histórico y cultural en secciones de dos parches de bosque dentro de las recuperaciones. Al muestreo nos acompañaron profesionales en ingeniería forestal y biología para generar un diálogo entre el registro de las muestras y los saberes comunitarios sobre árboles, semillas, flores y hojas presentes en las muestras, desde las historias y usos propios de la cosmovisión cabécar.
De forma entreverada, el equipo de profesionales en psicología generó dinámicas para permitir la profundidad y confianza de apalabrar emociones con la experiencia del registro de especies, donde se compartieron los deseos-anhelos para la vida personal y colectiva dentro del territorio.
Ariel indicó: «Ha sido una experiencia bonita. Trabajar junto a los mayores, junto a la comunidad, porque desde los niños que están participando, los adultos, las mujeres, ese conocimiento uno aprende cada día de todo. Ha sido una experiencia muy linda. Y agradecerles a ustedes que nos han ayudado en este proceso, y seguir trabajando para lograr el objetivo».
El resultado del día del muestreo de árboles, no solo fue esclarecedor al conocer especies que se sentían olvidadas o historias que no habían sido escuchadas hace tiempo, sino que enterneció y fortaleció a todo el grupo, con una alegría que es propia de ver siempre una planta crecer.
Este inventario se encuentra buscando fondos para concretar las publicaciones y productos de comunicación, los cuales se planean desarrollar de forma participativa durante el 2024.
Finalmente, agradecemos al equipo de trabajo: Luis Francisco Ledezma, Andrea Orellana y Xaviera Amador (Funga Conservation), Daniel Fernández y Andrés Cambronero (DEI), Zuiri Méndez, María José Cabezas, Kenia Chacón, Sofía Mendoza, Cristina Picado y Minerva Solano (Kioscos Socioambientales, integrantes de los proyectos ED-3574 Soberanía alimentaria desde las mujeres y ED-3622 Pueblos Originarios y Universidades), así como a Luis Diego Arias, ingeniero forestal.