La COP30 en Belém prometía ser histórica: la primera cumbre climática en pleno corazón de la Amazonía, un territorio donde se cruzan biodiversidad, grandes luchas socioambientales y la urgencia de frenar la deforestación y el avance extractivo. Sin embargo, la expectativa chocó contra una realidad frustrante: esta terminó siendo, según observadores y delegaciones latinoamericanas, una de las COP más opacas y restrictivas de los últimos años.
Durante la primera semana, la presidencia brasileña cerró el acceso a los textos, eliminó discusiones abiertas y trasladó los temas más sensibles a espacios ministeriales sin observadores. A esto se sumó una metodología que varios países calificaron como “tómalo o déjalo”: documentos presentados tarde, con extractos nuevos sin debate previo y poco tiempo para revisar indicadores.
El resultado fue un cierre tenso y atropellado. Colombia, Panamá y Uruguay intentaron objetar los textos sobre mitigación y adaptación, denunciando incoherencias, falta de rigor científico y nula transparencia. Pese a las objeciones, la presidencia dio los acuerdos por adoptados, ignorando las solicitudes de palabra y profundizando la sensación de desconfianza en el proceso.
Las tensiones que marcaron la cumbre
Uno de los puntos más críticos fue, de nuevo, la imposibilidad de avanzar en lo esencial: mencionar explícitamente la eliminación de los combustibles fósiles. Pese al esfuerzo de Colombia y otros países latinoamericanos, la presión de las petromonarquías y de varios estados del bloque LMDC terminó por borrar del texto cualquier referencia directa a dejar atrás los hidrocarburos.
La presidencia, consciente del vacío, anunció una “hoja de ruta” propia para la transición energética y otra para frenar la deforestación, pero estas iniciativas quedan fuera del proceso oficial de la Convención, sin obligatoriedad ni supervisión multilateral.
En el área de adaptación, que debería ser central para las naciones más vulnerables, se aprobaron 59 indicadores ampliamente cuestionados. Países como Panamá y Uruguay señalaron que llegaron demasiado tarde, sin tiempo para analizarlos y sin las metodologías o metadatos necesarios para medir avances reales. Además, el texto aclara que esos indicadores no generan obligaciones financieras, debilitando aún más la capacidad de adaptación de países empobrecidos.
La agenda ecológica tampoco logró los avances esperados. Este era el año en que debía consolidarse el mecanismo de sinergias entre las tres convenciones de Río —clima, biodiversidad y desertificación—, pero nuevamente se postergó. La propuesta de acordar objetivos cuantitativos de reducción de deforestación tampoco prosperó, pese a celebrarse la cumbre en la Amazonía.
Los (pocos) acuerdos alcanzados
Ante un panorama tan limitado, el único avance real que emergió con fuerza fue el Belém Action Mechanism (BAM): un mecanismo impulsado por sociedad civil, sindicatos, organizaciones de justicia climática y pueblos indígenas para consolidar la transición justa a nivel global.
La aprobación del BAM representa una conquista significativa, especialmente porque fue respaldado por países que representan alrededor del 80% de la población mundial. Su objetivo es claro: asegurar que la transición energética no deje atrás a trabajadores, comunidades y territorios que hoy sostienen el peso de sistemas extractivos contaminantes.
Sin embargo, su mandato quedó debilitado por presiones de la Unión Europea, lo que significa que necesitará al menos dos años más de discusiones antes de ponerse plenamente en marcha.
A nivel financiero, la COP30 se limitó a repetir lo acordado en Bakú: urgir a los países del Norte a mantener el rumbo hacia los 300 mil millones de dólares anuales, sin especificar cuánto se destinará realmente a adaptación, pérdidas y daños, o transición justa.
Centroamérica: la región más vulnerable… y la menos escuchada
Aunque la visibilidad latinoamericana fue alta, Centroamérica volvió a quedar rezagada, pese a su enorme vulnerabilidad. Su pabellón regional permitió mayor articulación, pero las necesidades del istmo continúan diluyéndose en la geopolítica de bloques donde Sudamérica concentra mayor peso.
Centroamérica vive una combinación devastadora:
-niveles de pobreza superiores al 50% en algunos países,
-alta exposición simultánea a huracanes, sequías y lluvias extremas,
-dependencia de economías agrícolas sensibles al clima,
-infraestructura precaria que amplifica cada evento extremo,
-y una limitada producción científica que visibilice adecuadamente su realidad en los informes globales.
A esto se suma la necesidad urgente de financiamiento no basado en deuda, dado que los impactos climáticos ya generan pérdidas humanas, agrícolas y económicas que la región no puede absorber.
Organizaciones como La Ruta del Clima, redes regionales y comunidades locales están empujando una agenda de reparaciones climáticas que exige que los países más responsables financien procesos de restauración, protección de derechos humanos y adaptación territorial. En la COP30 se lanzó incluso una coalición centroamericana y caribeña para avanzar en estos reclamos.
El BAM: una apuesta por una transición justa global
El Belém Action Mechanism ganó protagonismo porque responde a una pregunta simple:
¿cómo asegurar que la transición ecológica no repita las desigualdades del modelo extractivo actual?
El BAM propone:
-coordinar globalmente los esfuerzos de transición justa,
-generar estándares y seguimiento,
-compartir buenas prácticas,
-apoyar con financiamiento y asistencia técnica a los países con menos capacidades,
-y asegurar que los trabajadores y comunidades afectadas participen y sean protegidos.
Lo que ocurrió en Belém demuestra que, sin un mecanismo de este tipo, la transición energética corre el riesgo de convertirse en un proceso tecnocrático que beneficie a unos pocos mientras desplaza a miles.
Una lectura desde la justicia socioecológica
Mirar la COP30 desde la justicia socioecológica revela la distancia entre la retórica climática y la realidad de los territorios. Aunque se celebró en la Amazonía, uno de los epicentros de resistencia socioambiental más importantes del mundo, los acuerdos no reflejan las demandas de quienes defienden el bosque, los ríos y los ecosistemas de los que dependen millones de personas.
La justicia socioecológica exige integrar clima, biodiversidad y derechos humanos. Sin embargo, ni la deforestación, ni las sinergias ecológicas, ni los riesgos para los territorios fueron tratados con la ambición requerida.
La masiva movilización de pueblos indígenas, mujeres, trabajadores y organizaciones sociales en la Cúpula dos Povos mostró que las comunidades sí están a la altura del desafío. Pero su agenda no logró permear los textos finales, atrapados en la geopolítica y en los vetos de los defensores de los combustibles fósiles.
Un cierre necesario: derechos humanos, defensores y el bloqueo fósil
La COP30 deja en evidencia una tensión estructural del multilateralismo climático: las negociaciones se vuelven cada vez más técnicas para evitar discutir lo esencial, mientras el poder de las petromonarquías y los países con intereses fósiles congela cualquier avance real.
En ese vacío, los derechos humanos siguen invisibles. Las decisiones no incluyen mecanismos para proteger a quienes defienden los territorios, pese a que América Latina es una de las regiones más peligrosas del mundo para las personas defensoras del ambiente. La omisión no es casual: reconocer estos derechos obligaría a enfrentar directamente a los actores que hoy bloquean la transición ecológica.
La COP30 evidencia que la crisis climática ya no es solo una crisis ambiental: es una crisis política, una crisis de desigualdad y una crisis de derechos humanos.
Mientras los gobiernos siguen atrapados en la negociación mínima, las comunidades continúan sosteniendo las luchas esenciales por la vida digna y por los bienes comunes que permiten habitar este planeta.
Belém deja más preguntas que respuestas, pero también un recordatorio: si la justicia climática no entra por la puerta del multilateralismo, lo hará desde los territorios, desde los pueblos y desde las resistencias que no se rinden ante la opacidad ni los vetos de siempre.
Referencias
Alonso Gonzalbez, Judith. (2025). Centroamérica, la gran olvidada de la COP30. Deutsche Welle (DW). https://www.dw.com/es/centroam%C3%A9rica-la-gran-olvidada-de-la-cop30/a-74848046
Ecologistas en Acción. (2025, 22 de noviembre). COP30: la Cumbre del Clima más opaca de la historia es incapaz de cumplir sus promesas. Ecologistas en Acción. https://www.ecologistasenaccion.org/351846/cop30-la-cumbre-del-clima-mas-opaca-de-la-historia-es-incapaz-de-cumplir-sus-promesas/
Climática / El Salto. (2025, 22 de noviembre). La COP30 se cierra con un texto sin mención al fin de los combustibles fósiles ante la objeción de varios países. Climática. https://climatica.coop/video-dia-10-cop30/
Gadea Lara, Tais. (2025, 23 de noviembre). COP30: Un resumen de las conclusiones. Climática. https://climatica.coop/video-10-cop30-un-resumen-de-las-conclusiones/
Lakhani, Nina (2025, 18 de noviembre). Bam! What is the acronym everyone is talking about at Cop30? The Guardian. https://www.theguardian.com/environment/2025/nov/18/bam-belem-action-mechanism-explainer-cop30
