El rugido que no se oye: comunidades de Maquengal denuncian ante el presidente la agonía del Río Frío

Conoce su denuncia pública aquí.

Durante la visita del presidente Rodrigo Chaves a Río Celeste, integrantes del Grupo de Defensa de la Cuenca del Río Frío – Caño Negro llegaron hasta el lugar con un mensaje claro: el jaguar ya no ruge en Maquengal, porque el Río Frío está siendo destruido. Le entregaron una denuncia pública con más de 150 firmas y una carta dirigida al mandatario, documentos en los que exigen detener las concesiones privadas de minería no metálica y atender el abandono institucional que agrava la crisis ambiental y social en la zona.

El río que se apaga

El Río Frío, que nace en el Parque Nacional Volcán Tenorio y alimenta los humedales de Caño Negro —sitio Ramsar de relevancia mundial—, ha sufrido transformaciones alarmantes. El monitoreo comunitario ha documentado erosión de riberas, desaparición de pozas, sedimentación, arrastre de árboles y pérdida de caudal,  todo  como  resultado  de  la  extracción  intensiva  de  materiales. Las comunidades también denuncian que los daños se extienden desde Maquengal hasta las partes bajas del Río Frío, donde la situación se agrava por la contaminación con insumos y dragados.

Los impactos no se quedan en la naturaleza: la ganadería local se ha visto golpeada por la erosión de tierras, mientras que el turismo prácticamente desapareció. A esto se suma que se destruyó el acceso público al río utilizado por las comunidades para la recreación local, eliminando un espacio vital para la vida comunitaria y las economías locales. La afectación es doble: por un lado, se borró un espacio de encuentro; por otro, se cerró la puerta a un turismo que pudo ser alternativa económica para Guatuso, pero que las instituciones locales decidieron ignorar.

 

“¿Qué turista querrá venir a Guatuso si lo que encuentra son canteras, ruido de maquinaria y un río agonizante?”, interpelan en su carta.

¿Para quién es el desarrollo?

Las comunidades se sienten excluidas de las decisiones sobre proyectos que cambian su territorio de raíz. Señalan que nunca han sido consultadas sobre las concesiones mineras, a pesar de que la Constitución Política (artículos 21, 46 y 50) garantiza el derecho a la vida, a un ambiente sano y a la protección estatal. En su mensaje al presidente, la voz colectiva fue firme: quieren desarrollo, pero no a costa de convertirse en simples proveedores de piedra para proyectos ajenos. Reclaman un modelo económico que los respete como protagonistas, basado en el turismo rural, la producción local y la conservación.

El silencio del jaguar

En un tono cargado de simbolismo, la carta concluye con una imagen poderosa: “Hoy el río está en silencio. Y aquí, donde antes la vida brotaba en abundancia, ya ni el jaguar se asoma”. El felino, guardián de los bosques y ríos, se convierte en emblema de la pérdida que viven: si el jaguar calla, es porque el territorio mismo está en riesgo.

El Grupo de Defensa de la Cuenca advierte que no se trata solo de piedras o de un cauce alterado, sino de la vida cultural, económica y social de Maquengal y Guatuso entero. La lucha es por el derecho a permanecer en sus tierras sin que la juventud se vea obligada a emigrar ante un futuro hipotecado por la extracción.

Escuchar la voz del río y del pueblo

La presencia de las comunidades en la visita presidencial no fue un gesto protocolario. Fue un acto de dignidad: exigir que se escuche el rugido silenciado del jaguar y detener la destrucción del Río Frío. El mensaje quedó entregado en manos del presidente; ahora, las comunidades esperan respuestas que no se queden en promesas.

En el mismo acto, el presidente Rodrigo Chaves resaltó la belleza natural de la zona y afirmó que sí es posible hacer progreso sin necesidad de dañar la naturaleza, al tiempo que invitó al SINAC a redoblar sus esfuerzos en el cuidado del ambiente. Las comunidades esperan que esas palabras no se queden en discurso y se traduzcan en acciones concretas para frenar la destrucción del río.

Con la entrega de la denuncia pública y la carta, la comunidad de Maquengal y el Grupo de Defensa de la Cuenca del Río Frío ya hicieron su parte: documentaron los daños, alzaron la voz con respeto y colocaron sus propuestas sobre la mesa. Ahora, el turno está del otro lado. La pregunta es si el presidente y su gobierno darán prioridad a un territorio que denuncia abandono, pérdida de su patrimonio natural y exclusión de las decisiones.

Lo que está en juego no es menor: detener la destrucción del Río Frío, atender las necesidades de Maquengal y abrir un camino de desarrollo justo y sostenible. La comunidad ya habló con claridad. El silencio no puede ser ahora la respuesta del Estado.

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