La desaparición silenciosa de los cangrejos en el Caribe Sur

En Puerto Viejo, un fenómeno ambiental grave pasa desapercibido para la mayoría: la desaparición progresiva de los cangrejos costeros. Según las observaciones y recorridos de Philippe Vangoidsenhoven, vecino de la zona y testigo de los cambios en el entorno, esta pérdida se ha acelerado en los últimos años debido a múltiples factores ligados a la presión humana.

“Nadie habla de esto. La población de cangrejos prácticamente ha desaparecido. Recuerdo que en esta época los cangrejos, sobre todo los azules —algunos muy grandes—, cruzaban la calle hacia el mar para depositar sus huevos. Hoy ya no se ven.” señala Philippe.

Carreteras, rellenos y pérdida de hábitat

El crecimiento urbano y turístico en la zona ha traído consigo la construcción de carreteras y rellenos costeros. Estos cambios han eliminado gran parte de los espacios naturales donde los cangrejos solían vivir y reproducirse. “Con esa carretera que tenemos y con más gente, son más cangrejos los que quedan apostados, y además el hábitat lo están perdiendo. Esos huecos pequeños en la costa han sido rellenados, lo que significa una pérdida irreversible”, explica Philippe.

La desaparición no es solo de una especie: existían cangrejos de diferentes tipos, todos dependientes de los humedales y bosques costeros. El relleno y la destrucción de estos ecosistemas han interrumpido los ciclos naturales y reducido las poblaciones a niveles casi inexistentes.

Un silencio social y cultural

Más allá del impacto ambiental, Philippe llama la atención sobre el silencio colectivo. Vecinos que antes veían cangrejos cruzando por sus patios hoy comentan que ya no observan ninguno. “Es alguien de lo que nadie, pero nadie habla. Yo sí lo noto y otros también lo recuerdan, pero ya no están”, comenta.

Incluso, relata prácticas de violencia hacia estos animales: “He visto niños tirando piedras a los cangrejos hasta matarlos, ni siquiera para comerlos, sino porque no les gusta que lleguen a su jardín haciendo huecos”. Estas conductas reflejan un desapego hacia la fauna local y agravan aún más la presión sobre las poblaciones.

El impacto oculto del chapeo en la zona marítimo-terrestre

En muchas comunidades costeras, el chapeo de la vegetación en la franja marítimo-terrestre y en zonas protegidas suele verse como una acción rutinaria para “limpiar” terrenos o facilitar el acceso. Sin embargo, esta práctica tiene consecuencias directas en la vida silvestre, particularmente en especies como los cangrejos.

Philippe lo explica claramente: “Si la gente chapea todo el bosque, esos cangrejos van a estar en el aire. No van a tener nada encima que los proteja”. La vegetación costera no solo mantiene la humedad y regula la temperatura del suelo, también brinda cobertura frente a depredadores. Cuando se elimina, los cangrejos quedan totalmente expuestos.

Un ejemplo concreto es la relación con el cangrejero, un halcón especializado en cazar cangrejos. Mientras que especies como el mapache son capaces de depredarlos con o sin vegetación, el cangrejero depende de espacios abiertos para detectarlos y atraparlos. “Si está lleno de vegetación, va a ser difícil. Pero si no hay vegetación, ah no hombre…”, explica Philippe.

Esto demuestra que el chapeo no es una acción menor: al alterar la cobertura natural se modifica la dinámica entre depredadores y presas, generando un aumento de la presión sobre poblaciones ya debilitadas de cangrejos. Así, lo que se percibe como una “limpieza” en realidad es una forma de degradación del hábitat que acelera la desaparición de especies.

Por esta razón, Philippe ha denunciado reiteradamente esta práctica en Puerto Viejo y sus alrededores. Defender la cobertura vegetal de la zona marítimo-terrestre significa también defender los ciclos ecológicos y garantizar que la biodiversidad costera tenga condiciones mínimas para sobrevivir frente al avance de la urbanización y las transformaciones humanas.

Una alerta necesaria

El caso de los cangrejos en Puerto Viejo es un síntoma de un problema mayor: la pérdida de biodiversidad costera frente al avance de la urbanización descontrolada, la indiferencia institucional y la falta de conciencia social.

El testimonio de Philippe pone sobre la mesa un llamado urgente: mirar de frente la desaparición de especies que por décadas formaron parte de la vida cotidiana del Caribe Sur. Reconocer esta ausencia no es solo un ejercicio de memoria, sino un paso necesario para repensar el futuro de la convivencia entre comunidades humanas y ecosistemas.

El papel de los cangrejos en los ecosistemas costeros

Los cangrejos cumplen funciones vitales para la salud de los ecosistemas costeros y marinos. Al excavar túneles en la arena y en los suelos de los humedales, airean la tierra y facilitan el drenaje, lo que ayuda a mantener la estabilidad del suelo y la regeneración de la vegetación. Además, sus restos de hojas y material orgánico contribuyen al reciclaje de nutrientes, favoreciendo la fertilidad natural del entorno.

En los manglares y zonas costeras, los cangrejos son considerados “ingenieros del ecosistema”, ya que su actividad sostiene la productividad de estos ambientes y crea microhábitats que benefician a otras especies. También forman parte esencial de la cadena alimentaria, sirviendo de alimento a aves, peces y mamíferos.

Su desaparición, por tanto, no solo afecta la memoria y la identidad local, sino que genera un vacío ecológico que puede alterar la dinámica de los humedales y de los bosques costeros. Menos cangrejos significa menos control de la materia orgánica, mayor riesgo de degradación del suelo y pérdida de alimento para otras especies.

La disminución de estas poblaciones es un indicador de alarma sobre la fragilidad del equilibrio natural en el Caribe Sur, recordándonos que proteger a los cangrejos es también proteger los ecosistemas de los que dependen las comunidades humanas.

Monitoreos comunitarios y la memoria de las ausencias

La desaparición de los cangrejos en Puerto Viejo no se conoce por estudios oficiales ni estadísticas gubernamentales, sino gracias a la observación cotidiana y los recorridos de vecinos como Philippe. Este tipo de monitoreo comunitario es una herramienta fundamental para identificar cambios en los ecosistemas que muchas veces pasan inadvertidos para las instituciones.

Detectar la ausencia de una especie es tan importante como registrar su presencia. Cuando un animal deja de verse en un lugar donde antes era común, se encienden señales de alarma sobre posibles desequilibrios: pérdida de hábitat, alteración de los ciclos reproductivos, contaminación o sobreexplotación. Estas ausencias revelan que algo esencial en el engranaje natural se está rompiendo.

En contextos como el Caribe Sur, donde los ecosistemas costeros y marinos son frágiles y están bajo fuerte presión, el conocimiento local se convierte en un aliado para la conservación. Las memorias de quienes han convivido con estas especies por décadas aportan un saber irremplazable, porque permiten comparar el presente con lo que existía en el pasado.

Los monitoreos comunitarios, además, cumplen una función educativa: muestran a las nuevas generaciones que cada especie tiene un valor ecológico y cultural, y que su pérdida no es un hecho menor. Al registrar y compartir estas observaciones, las comunidades también están defendiendo su derecho a un ambiente sano y recordando que la ciencia no está separada de la vida cotidiana.

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