Los bosques no se negocian: defensa de los sitios sagrados bribris y cabécares

El Colectivo Antonio Saldaña denuncia la inclusión de sitios sagrados dentro de programas de conservación y contratos de reducción de emisiones forestales (REDD+) que operan en territorios indígenas. Estos mecanismos, impulsados bajo el discurso de la “sostenibilidad” y la “mitigación del cambio climático”, han terminado por legitimar nuevas formas de despojo y profanación espiritual, encubiertas bajo el lenguaje técnico y ambiental.

En un documento presentado por Filidencio Cubillo Morales del Colectivo Antonio Saldaña ante el Tribunal Indígena de Derecho Propio, se advierte que las autoridades externas —estatales, corporativas y religiosas— están imponiendo sistemas de conservación que contradicen las normas naturales y espirituales que sostienen la vida de los pueblos bribris y cabécares. Bajo la lógica del lucro y la mercantilización del bosque, estos programas permiten el aprovechamiento de recursos maderables, hídricos y medicinales, invadiendo territorios que por derecho ancestral son espacios de veneración y comunión con la Madre Tierra.

Detrás de los discursos sobre “protección de los bosques” se esconden formas renovadas de colonización, donde el conocimiento técnico sustituye el saber ancestral, y donde la gestión ambiental se convierte en una herramienta para subordinar la espiritualidad indígena a los marcos legales del Estado y las exigencias del mercado global del carbono. Estas políticas no solo definen qué debe conservarse, sino también quién puede decidir y cómo se debe habitar el territorio, imponiendo una visión ajena que despoja a los pueblos de su autoridad espiritual sobre la Tierra.

Uno de los casos más graves es el de Kotsipatsipá, conocido en el mundo externo como San José Cabécar. Este santuario ancestral, dedicado al Creador Sibö, ha sido incluido indebidamente en planes de manejo forestal y de conservación que violan la espiritualidad y la autonomía indígena. Tal profanación no solo representa una falta de respeto, sino un quiebre en la armonía que los pueblos mantienen con la Madre Tierra, fuente de vida, equilibrio y sabiduría.

Los pueblos alertan que estas acciones, además de violar su derecho a la autodeterminación, reproducen el mismo patrón histórico de imposición que por siglos ha intentado subordinar sus territorios, su espiritualidad y su cosmovisión. La colonización ya no llega con armas ni misioneros, sino con contratos, mapas satelitales y proyectos ambientales que, en nombre del “desarrollo sostenible”, desconocen la autoridad espiritual y el derecho propio.

Las comunidades recuerdan que toda intervención sobre un territorio indígena sin consentimiento es una ruptura con el orden natural, y que esa ruptura tiene consecuencias: enfermedades, desajustes ecológicos, catástrofes y desequilibrios sociales. Por eso, este llamado del Colectivo Antonio Saldaña es también una advertencia: cuando la Tierra es herida, toda la vida se resiente. Es momento de escuchar lo que ella enseña y de respetar los mandatos de Sibö, que recuerdan que “por designio de Dios la Tierra no pertenece al Ditsowo, es la casa de todos los pueblos indígenas. Los sitios sagrados son para la veneración del Creador, áreas de reflexión, manifestación y expresión del pueblo y su madre.”

Convenio 16G de la OIT: el derecho a decidir sobre los territorios y la espiritualidad

El Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por Costa Rica en 1993, reconoce el derecho de los pueblos indígenas a conservar sus instituciones, valores, creencias y formas de vida propias. Este instrumento internacional establece que los gobiernos deben consultar de manera libre, previa e informada a los pueblos cada vez que se adopten medidas susceptibles de afectarles directamente.

El Convenio también protege el derecho a la tierra, al territorio y a los recursos naturales, reconociendo que la relación espiritual y cultural con el entorno es inseparable de la identidad de los pueblos. Por tanto, incluir sitios sagrados en proyectos de conservación sin consentimiento constituye una violación directa de estos principios y un acto de colonialismo contemporáneo.

Lejos de fortalecer la protección ambiental, muchos de estos programas terminan trasladando la lógica extractivista hacia nuevas formas de control sobre los territorios, disfrazadas de “legislación” y “acuerdos climáticos”. En lugar de reconocer la autoridad de los pueblos sobre su propio conocimiento y espiritualidad, los reducen a beneficiarios pasivos de políticas diseñadas desde fuera. Así, la conservación se convierte en un nuevo rostro del despojo.

Descolonizar la conservación: la resistencia del Colectivo Antonio Saldaña

Frente a estas imposiciones, el Colectivo Antonio Saldaña se ha convertido en una voz que articula memoria, espiritualidad y acción política. Su trabajo reivindica el Derecho Propio y la defensa de los lugares sagrados como ejes fundamentales para reconstruir la autonomía indígena y descolonizar las relaciones con la naturaleza.

Desde la palabra, la caminata y la acción colectiva, el Colectivo impulsa procesos de reflexión y denuncia que desnudan la violencia simbólica de programas y proyectos que se presentan como ambientales, pero que terminan desconociendo las formas propias de entender y cuidar la vida.

A ello se suma una crítica profunda a los credos judeocristianos y fundamentalistas que históricamente han satanizado la espiritualidad indígena, reduciéndola a superstición o “prácticas contrarias a la sana doctrina”. Esta deslegitimación no solo ha acompañado los procesos coloniales, sino que persiste hoy en discursos religiosos y estatales que pretenden definir qué espiritualidades son válidas y cuáles deben desaparecer. Frente a ese intento de homogeneizar la fe, el Colectivo reafirma que la relación con Sibö, con la Madre Tierra y con los sitios sagrados no es idolatría, sino sabiduría viva.

En un contexto donde las instituciones intentan reglamentar incluso la espiritualidad, el colectivo recuerda que no hay conservación posible sin respeto a los pueblos que han cuidado los bosques desde siempre. Su lucha no es solo por la tierra, sino por el derecho a seguir existiendo desde sus propias formas de vida, pensamiento y relación con el cosmos.

Proteger Kotsipatsipá y todos los sitios sagrados no es una cuestión de “gestión de recursos”, sino un acto de justicia espiritual y política. Porque los sitios sagrados no se conservan con contratos: se respetan, se veneran y se defienden con la palabra, la acción y la comunidad.

¿Quién fue Antonio Saldaña?

Antonio Saldaña fue el último rey del pueblo indígena de Talamanca, una figura de liderazgo comparable a un guía o autoridad ancestral en su comunidad. Su papel fue crucial en la defensa de la cultura, las tierras y los derechos de su pueblo frente a la expansión de intereses externos, especialmente de compañías bananeras.
 
Según la historia, Saldaña fue asesinado en 1910 en circunstancias no completamente esclarecidas. Se dice que fue envenenado durante una actividad social, en un acto de traición impulsado por quienes veían en su resistencia una amenaza a sus intereses económicos.
 
Su muerte representó un duro golpe para la lucha indígena, pero su legado sigue vivo como símbolo de resistencia y dignidad para los pueblos originarios de la región.

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