Este 15 de septiembre, en medio de las celebraciones patrias en el centro de Guatuso, el Grupo de Defensa de la Cuenca del Río Frío – Caño Negro se manifestó con una manta que decía: “Vivamos la independencia haciendo conciencia: Río Frío muere por causa de extracción y dragado de sus humedales”.
Con este gesto simbólico, las comunidades recordaron que la independencia no es completa mientras se siga permitiendo la destrucción de sus ríos y humedales. El Río Frío, que nace en el Parque Nacional Volcán Tenorio y alimenta los humedales de Caño Negro —sitio Ramsar de relevancia mundial—, continúa sufriendo los impactos de la minería no metálica y del dragado que altera su cauce y amenaza la vida de todo el ecosistema.
Durante la actividad, muchas personas de Guatuso se acercaron para conocer más sobre la situación y conversar con integrantes del grupo, mostrando interés y preocupación por la defensa del río.
Incidencia en distintos frentes
La manifestación del 15 de septiembre se suma a una serie de acciones que las comunidades han emprendido en defensa del río.
El pasado 2 de setiembre, el Grupo de Defensa presentó una carta ante el Concejo Municipal de Guatuso, solicitando la revisión de la situación socioambiental provocada por la extracción de materiales en el sector de Maquengal. La nota abrió un debate en sesión municipal sobre un tema sensible para la comunidad, visibilizando cómo la concesión privada no solo afecta al río, sino también a la población escolar —pues la actividad ocurre a menos de 500 metros del centro educativo— y a la vida comunitaria, al haberse transformado un acceso tradicional de recreación en paso para maquinaria pesada.
En esa sesión, las y los vecinos fueron claros: no se oponen al desarrollo ni al mantenimiento de caminos, pero cuestionan un modelo que convierte al pueblo en cantera y que priva a la comunidad de su derecho a disfrutar el río. Señalaron además que la concesión privada tiene una vigencia de diez años, prorrogable, lo que amenaza con profundizar el deterioro del territorio y cerrar oportunidades de desarrollo basadas en el turismo rural, la producción local y la conservación.
A esta acción se suma la entrega de la denuncia pública con más de 150 firmas y de una carta al presidente Rodrigo Chaves durante su visita a Río Celeste, donde las comunidades denunciaron el abandono institucional y exigieron detener las concesiones mineras. En esa oportunidad retomaron el simbolismo del jaguar como emblema de un territorio que hoy calla, porque su río está en agonía.
Reivindicaciones de las comunidades
El Grupo de Defensa de la Cuenca ha sido enfático en sus demandas:
- Detener la destrucción del Río Frío por actividades extractivas que socavan la base ambiental y social de Maquengal.
- Suspender y revisar las concesiones privadas de minería no metálica, otorgadas sin consulta ni información clara a las comunidades.
- Restituir los espacios comunitarios de acceso al río, hoy convertidos en pasos de maquinaria pesada.
- Impulsar alternativas de desarrollo sostenible, con énfasis en el turismo rural, la producción local y la conservación.
- Reconocer el derecho a participar en la toma de decisiones sobre proyectos que afectan directamente la vida de la comunidad.
Estas reivindicaciones no son un capricho: son un ejercicio de ciudadanía responsable, respaldado por la Constitución Política que garantiza el derecho a la vida, al ambiente sano y a la participación ciudadana.
Maquengal no es un caserío: es comunidad viva
Muchas personas han llegado a Maquengal y lo han convertido en su hogar, impulsando proyectos alternativos como una Escuela de Biología en una finca colindante con el río Frío. Sin embargo, hoy ven cómo sus sueños se desvanecen ante el deterioro que atraviesa este río, una situación que además ha venido a impedir el desarrollo integral de Maquengal.
Otro punto que indigna a las vecinas y vecinos es la manera en que los Estudios de Impacto Ambiental (EsIA) han descrito a Maquengal. En el caso del proyecto CDP Río Frío, se le reduce a un “caserío” con unas pocas casas dispersas y una escuela, prácticamente como si fuera un lugar marginal y sin vida propia. Bajo ese lente, los impactos sociales se consideran secundarios, se minimiza el uso recreativo y turístico del río, y se concluye que “no se prevé conflicto social significativo”.
Esa visión técnica, denuncian las comunidades, es una forma de despojo simbólico: si se nombra como caserío, parece que importa menos lo que ocurra allí y que sus habitantes tienen menos derecho a decidir sobre su entorno.
La realidad es otra. Para quienes viven en Maquengal, el río ha sido siempre espacio de vida, recreación, cultura y trabajo. Allí se han criado generaciones, se han tejido lazos de solidaridad y se han forjado proyectos colectivos. No es un caserío fantasma, es un pueblo vivo y organizado que hoy lucha por no ser reducido al silencio de las estadísticas.
Como advirtieron en su encuentro del 3 de agosto, el EsIA no refleja el verdadero impacto: ignora que el acceso público al río fue transformado en un paso de maquinaria pesada, que la escuela Palmital está a solo 400 metros del área de extracción y que se están perdiendo oportunidades de turismo comunitario, agricultura y recreación. Lo que está en riesgo no es un “poblado menor”, sino un territorio con historia, identidad y futuro.
La importancia de la participación ciudadana
La experiencia de Maquengal muestra que el futuro de un territorio no puede definirse desde oficinas alejadas de la realidad local. Cuando las decisiones se toman sin consulta, se debilita la democracia y se condena a las comunidades a soportar proyectos que no eligieron.
La participación ciudadana no es un trámite, es un derecho y una herramienta esencial para garantizar que el desarrollo tenga sentido, sea inclusivo y sostenible. Escuchar a las comunidades no retrasa las decisiones: las fortalece, porque incorpora la visión de quienes conviven diariamente con el territorio.
El deber de las instituciones
Las acciones emprendidas por el Grupo de Defensa han dejado claro que la comunidad ya hizo su parte: documentó los daños, levantó su voz y colocó propuestas sobre la mesa. Ahora, el desafío está del otro lado: que las instituciones atiendan, escuchen e involucren a las comunidades en la definición del modelo de desarrollo para Guatuso.
El llamado sigue en pie: vivir la independencia significa defender los bienes comunes y garantizar que ninguna comunidad sea sacrificada en nombre de un progreso que la excluye.
El grupo se mantiene firme en su posición de no permitir más concesiones en el río Frío y continuará la lucha hasta donde sea necesario.
Impacto de la manifestación pública en los medios locales
Captura de pantalla durante la transmisión del Canal de Youtube Guatuso 24/7.
Extracto de la transmisión
