
Artículo de María Jimena Tercero Herrera
Desde que tengo memoria, la imagen de personas tomando el espacio público siempre genera un sentimiento particular en el corazón; no hay forma de contemplar sin conmoverse. “La belleza está en la calle”, decía un afiche del Mayo del 68, y este 1º de mayo no fue la excepción: conforme pasaban las nueve, el parque de La Merced se fue llenando de colores, mientras los diversos colectivos —desde los sindicatos del sector público y privado, pasando por movimientos estudiantiles de las principales universidades del país, pueblos indígenas, partidos políticos y agrupaciones de la sociedad civil— se hacían presentes para conmemorar la dignidad y la memoria histórica de la clase trabajadora.
Las denuncias y reivindicaciones no se hicieron esperar. El fantasma que se desplegaba por las voces de la gente reflejaba los estragos posteriores a la aprobación del Plan Fiscal, a casi siete años de su puesta en marcha: la precarización del sector público en materia de educación, el congelamiento de salarios, el debilitamiento deliberado del sistema de salud pública y, por supuesto, las políticas de corte recortista en inversión social, que han sido ya una constante desde hace más de cuarenta año Asimismo, se reivindicó la defensa del Estado social de derecho y sus respectivas instituciones en un año marcado por la discusión alrededor de la privatización del ICE y la administración Chaves Robles atacando un órgano distinto de la institucionalidad costarricense cada miércoles.
La militancia y la cultura han sido cómplices, como lo han atestiguado un sinnúmero de movimientos sociales a lo largo de la historia. La manifestación de este año se caracterizó por el despliegue de bandas, mascaradas, bailes típicos, bombas, entre otras expresiones culturales que reivindican el derecho a una militancia donde se enraízan los afectos de la rabia y la alegría, reapropiándose no solo de la calle, sino del cuerpo mismo.
La denuncia frente a la amenaza creciente de la precarización laboral con necropolíticas que no dejan de ocupar el protagonismo en el discurso del oficialismo y parte del sector legislativo como las Jornadas 4×3 evidencian que los intereses de las clases trabajadoras nunca han estado en el centro de la discusión. De esta manera sindicatos del sector privado como UDECO denuncian las consecuencias de la aprobación de dicho proyecto a nivel de calidad de vida, la persecución de la sindicalización dentro del sector privado, la negligencia del Ministerio de Trabajo frente a las denuncias por explotación laboral y garantías mínimas de seguridad.
Enmarcado en una coyuntura cuya vocación pretende deshumanizar a las personas privadas de libertad —de la mano con discursos de megacárceles, mano dura y la presentación del modelo bukelista como nuevo laboratorio de éxito punitivo—, la presencia de la agrupación Familia Penitenciaria Unida reivindicando no solo los derechos, sino la dignidad de las personas privadas de libertad, me pareció un despliegue de fuerza frente a la violencia (re)producida por el Estado. Su manifestación surge como respuesta a las nuevas restricciones del régimen de máxima seguridad anunciadas por el Ministerio de Justicia y Paz, en materia de visitas familiares y conyugales, encomiendas, llamadas telefónicas, entre otras.
Finalmente, la ocasión sirvió para visibilizar la solidaridad con el pueblo palestino, cuyo genocidio mediatizado no ha hecho más que mostrar la verdadera cara de la comunidad internacional. Conversando con algunas personas, afirman que Costa Rica no puede llamarse defensora de los Derechos Humanos sin condenar los crímenes de guerra por parte del Estado de Israel, ni mucho menos llevar a cabo un tratado de libre comercio con un país que sistemáticamente asesina niñeces, periodistas y personal de salud con la impunidad del mundo entero. “Si no gritamos frente a esta atrocidad que lleva más de 70 años en curso, no nos va quedar humanidad que defender después”, me decía una señora mayor.
El contar historias es un común denominador de las cosas que me con(mueven), la fotografía particularmente me ha permitido parar el tiempo en las movilizaciones con el objetivo de contemplar las numerosas personas y sus historias en movimiento. Les presento entonces, una pincelada de la vida haciéndose paso entre las grietas este día del orgullo de las clases populares.