Con la publicación del Documento de Trabajo N.° 16 “Votar no basta”, el Observatorio de Bienes Comunes cierra la iniciativa “Democracia, tenemos que hablar”, un proceso que buscó abrir espacios de diálogo crítico en torno a la democracia costarricense en el marco de las elecciones nacionales de 2026.
Este cuaderno no es un manual ni una guía de voto: es una provocación. A partir de la metáfora de Matrix, se invita a cuestionar el autoritarismo disfrazado de orden, la manipulación informativa, el poder de las noticias falsas y la erosión de la democracia, que muchas veces se reduce a un simulacro de participación. La propuesta metodológica combina reflexiones, citas de la película y fichas de trabajo para talleres comunitarios, aulas y colectivos sociales, que buscan pasar del análisis a la acción concreta.

Entre sus ideas clave se encuentran:
La democracia no cabe solo en las urnas: se construye todos los días desde la organización, la vigilancia ciudadana y la defensa de los bienes comunes.
El autoritarismo no llega de golpe: se instala de forma sutil, en discursos que prometen seguridad y orden mientras limitan la participación.
La ciudadanía crítica es imprescindible: despertar de la “simulación” implica cuestionar, imaginar y actuar colectivamente para defender la vida digna.
En un contexto donde Costa Rica se encamina al inicio formal del proceso electoral, este documento se convierte en una herramienta fundamental. No solo porque interpela la apatía y la polarización que atraviesan el debate público, sino porque ofrece recursos pedagógicos para reactivar la participación política más allá del voto, reivindicando la democracia como bien común.
Con este cierre, reafirmamos que “votar no basta”: la democracia requiere cuerpos presentes, voces críticas y comunidades organizadas que no se conformen con la ilusión, sino que construyan futuro.
Herramientas para pensar y actuar
Más que un texto para leer, Votar no basta es una caja de herramientas pedagógicas. Cada sección combina reflexiones con actividades prácticas que pueden usarse en talleres comunitarios, aulas o espacios organizativos. Las fichas metodológicas invitan a pasar de la crítica a la experiencia: líneas del tiempo colectivas, ejercicios de “autopsia digital” para reconocer sesgos en redes sociales, mapas de lo común o dinámicas que visibilizan la distancia entre promesas electorales y realidades políticas.
El objetivo no es dar respuestas prefabricadas, sino activar la reflexión crítica y la acción colectiva. Por eso, las dinámicas son abiertas y adaptables, pensadas para diferentes públicos, desde jóvenes hasta personas adultas. Con ellas se busca desenmascarar la ilusión democrática, identificar señales de autoritarismo y fortalecer la creatividad ciudadana como motor de transformación.
En este sentido, el valor metodológico del documento está en que conecta la teoría con la práctica: convierte las ideas en experiencias compartidas, y ofrece un camino concreto para que las comunidades construyan vigilancia, organización y democracia viva.
Cultura y política: un diálogo necesario
Un aporte central de Votar no basta es que muestra que la reflexión política no tiene por qué estar encerrada en tecnicismos o debates lejanos. Al usar una obra cultural tan influyente como Matrix, el cuaderno logra traducir conceptos complejos en símbolos accesibles y provocadores, abriendo un espacio de discusión que conecta con las emociones, la imaginación y la vida cotidiana de las personas.
Este cruce entre cultura y política permite que la democracia deje de percibirse como un tema exclusivo de partidos o instituciones, y se convierta en un campo vivo de reflexión colectiva. Cine, metáforas, juegos y narrativas populares son aquí puentes para despertar preguntas críticas y reconocer que los bienes comunes —como el agua, la tierra, la salud o el derecho a la verdad— también forman parte de nuestra cultura compartida.
En tiempos de saturación mediática y discursos simplificados, este tipo de productos pedagógicos son vitales porque reconectan la política con la creatividad y la sensibilidad cultural, haciendo de la democracia un ejercicio que se siente, se piensa y se construye entre todas y todos.