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Finca Dos Ríos: sembrando dignidad en el Día del Campesino que no llega

Cada 15 de mayo se conmemora en Costa Rica el Día del Campesino, una fecha que debería servir no solo para celebrar, sino para reflexionar críticamente sobre las condiciones en que viven quienes sostienen la alimentación del país. Lejos de los discursos oficiales, en comunidades como Finca Dos Ríos —ubicada en el Caribe— las personas campesinas enfrentan abandono institucional, inseguridad jurídica y exclusión sistemática. Su realidad es también la de miles de familias rurales invisibilizadas, que a pesar de todo siguen sembrando vida.

Finca Dos Ríos, ubicada en Guacimo de Limón, es el hogar de decenas de familias campesinas que enfrentan una dura realidad marcada por la inseguridad jurídica, el abandono estatal y las dificultades económicas. Desde hace más de dos décadas, estas personas han vivido, trabajado y cuidado la tierra que antes perteneció a una empresa bananera. Hoy, su derecho a permanecer allí sigue en disputa.

“Aquí nadie nos ayuda”: entre el olvido institucional y la resistencia 

Los testimonios de hombres y mujeres que hoy están trabajando su tierra, dan cuenta de una lucha constante. Cuentan cómo llegaron a la finca, muchos tras ser despedidos sin liquidación de las bananeras, cómo abrieron caminos con machete y cultivaron yuca, plátano, cacao, pipa y limón sin ayuda técnica ni apoyo institucional. Las pérdidas son comunes: enfermedades de los cultivos, plagas como el abejorro, lluvias intensas que pudren las cosechas, falta de compradores y caminos intransitables que dificultan sacar los productos.

A esto se suma la amenaza permanente de desalojo. Varios habitantes denuncian que una persona  que reclama la propiedad de las tierras, vendiendo parcelas sin títulos claros y presionando a las familias para que paguen por lo que consideran suyo por derecho de trabajo y ocupación. “Yo no le voy a dar gusto a usted, yo no le voy a pagar esa tierra”, afirma uno de los entrevistados. La incertidumbre legal impide que muchos accedan a servicios básicos como electricidad o agua potable y limita la posibilidad de mejorar sus viviendas.

Las instituciones públicas brillan por su ausencia. No hay apoyo técnico agrícola, no se atienden las condiciones de los caminos, ni se avanza en procesos de legalización. “Aquí nadie mete un dedo por nosotros. Lo único que queremos es papeles que reconozcan que esta tierra es nuestra”, reclama otro vecino.

Pese a todo, en Finca Dos Ríos hay resistencia. Las personas campesinas siguen sembrando, limpiando sus parcelas, luchando por mantener a sus familias y soñando con que un día el Estado los escuche y los reconozca como legítimos dueños de la tierra que han hecho producir con tanto esfuerzo.

Campesinado: pilar de la soberanía alimentaria

Más allá de sus luchas particulares, las personas que habitan Finca Dos Ríos representan un modelo de vida esencial para la sostenibilidad de cualquier país: el campesinado. Su trabajo diario asegura la producción de alimentos básicos como maíz, frijol, yuca, plátano, cacao y frutas, contribuyendo directamente a la alimentación local y nacional.

En contextos globales marcados por el encarecimiento de los alimentos, la crisis climática y la concentración del mercado en manos de grandes agroindustrias, el trabajo de las familias campesinas cobra un valor estratégico. Son ellas quienes mantienen vivas semillas criollas, conocimientos tradicionales y prácticas sostenibles que resguardan la biodiversidad y reducen la dependencia de importaciones.

Sin tierra, sin apoyo estatal y bajo constante amenaza de despojo, las comunidades como Finca Dos Ríos enfrentan condiciones adversas para continuar su labor. Sin embargo, su permanencia en el territorio no solo es un acto de resistencia, sino una garantía para la soberanía alimentaria del país.

Reconocer, proteger y apoyar al campesinado no es un gesto de caridad: es una apuesta por un futuro con alimentos sanos, producidos en armonía con el entorno y al alcance de todas las personas.

Finca Dos Ríos no es solo un caso; es un llamado urgente a convertir las conmemoraciones en compromisos concretos con quienes cultivan dignidad todos los días.

Estas conmemoraciones no deben quedarse en actos simbólicos ni en celebraciones vacías. El Día del Campesino debe ser una oportunidad para abrir espacios socioeducativos que promuevan la reflexión crítica, la reivindicación de derechos y, sobre todo, el reconocimiento de la lucha de quienes producen los alimentos que llegan a nuestras mesas.

Validar su experiencia, visibilizar sus demandas y acompañar sus procesos organizativos es una deuda histórica. El ejemplo de Finca Dos Ríos nos recuerda que la defensa del territorio y la vida campesina no es solo una causa rural, sino una responsabilidad colectiva con la justicia social y la soberanía alimentaria del país.

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Finca Dos Ríos ¿Cómo llegamos a esto?

En Finca Dos Ríos, Guácimo, más de un centenar de familias campesinas enfrentan una realidad marcada por la incertidumbre y la lucha por el derecho a la tierra. Tras la quiebra de una empresa bananera, muchas de estas personas ocuparon legalmente los terrenos que habían trabajado durante años. Hoy, sus historias revelan un panorama de amenazas de desalojo, cobros injustificados e inseguridad jurídica, en medio del abandono estatal. En este video, son ellas y ellos quienes toman la palabra: comparten sus vivencias, su resistencia y su llamado urgente a la justicia y al respeto de sus derechos fundamentales.

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Tacares nos llama: una jornada de acción y conciencia ambiental

Con entusiasmo, compromiso y sentido de responsabilidad, el pasado fin de semana (10 de mayo 2025) se llevó a cabo una jornada de limpieza en el río Tacares, organizada por la Fundación para el Desarrollo Ecológico y del Medio Ambiente junto a Zona Franca Evolution. La actividad convocó a estudiantes y docentes de la carrera de Gestión Integral Del Recurso Hídrico de la UCR, organizaciones comunitarias y representantes institucionales como la Municipalidad de Grecia, el Club LEO, la Cruz Roja Costarricense y el Observatorio Ciudadano del Agua Río Agualote, entre otros actores del cantón.

La recolección de residuos arrojó un panorama preocupante: llantas, muebles, lozas sanitarias, materiales de construcción liviana, botellas, vidrio, loza para piso y aluminio, fueron algunos de los objetos extraídos del cauce. Esta realidad evidenció la urgente necesidad de un cambio de actitud colectiva frente al manejo de desechos.

Durante el encuentro, se subrayó la importancia de asumir una responsabilidad compartida con el ambiente. “Este tipo de acciones tienen un doble mensaje: que la contaminación tiene solución si cada persona asume su parte, y que es posible dedicar tiempo, aunque sea un poco, para retribuirle algo a la naturaleza”, expresó uno de los organizadores en un emotivo discurso.

La jornada también sirvió como espacio de conexión con la historia local, destacando el valor ancestral del territorio y la riqueza de los bienes comunes. Los grupos de voluntariado fueron distribuidos en tres sectores estratégicos para maximizar el impacto de la limpieza, y la actividad cerró con un mensaje claro: el cuidado del ambiente comienza con actos concretos y cotidianos.

Más que una simple limpieza, la experiencia fue un ejercicio de ciudadanía activa y amor por el entorno, recordándonos que proteger nuestros ríos es proteger la vida misma.

Desafíos persistentes en la gestión de residuos en Costa Rica: el caso del río Tacares

La jornada de limpieza del río Tacares no solo dejó al descubierto una gran cantidad de desechos, sino también los retos estructurales que enfrenta Costa Rica en la gestión adecuada de residuos sólidos. La presencia de objetos como llantas, lozas sanitarias, muebles, restos de construcción liviana, botellas y materiales como vidrio o aluminio evidencia prácticas comunes de disposición inadecuada, tanto en zonas urbanas como rurales.

Aunque el país ha avanzado en políticas de reciclaje y separación de residuos, aún persisten brechas significativas: falta de infraestructura para la recolección diferenciada, escasa fiscalización del vertido ilegal y débil educación ambiental en algunas comunidades. A esto se suma una cultura de consumo que genera grandes volúmenes de desechos y no siempre considera su impacto ambiental.

Lo encontrado en el río Tacares muestra cómo los cuerpos de agua terminan siendo vertederos informales, afectando la biodiversidad, la calidad del agua y el bienestar humano. Frente a esto, es urgente reforzar acciones interinstitucionales, fortalecer la participación ciudadana y promover cambios en los hábitos de consumo y disposición final de residuos.

El río habla, y en sus aguas contaminadas hay un mensaje claro: la gestión de residuos no puede seguir siendo una tarea postergada.

Los ríos como espacio socioeducativo: sembrando conciencia desde la acción

Más allá de la recolección de residuos, la limpieza del río Tacares se convirtió en un escenario vivo de aprendizaje colectivo. Este tipo de actividades funcionan como espacios socioeducativos donde se vinculan el conocimiento, la experiencia directa con la naturaleza y la construcción de una ética ambiental compartida.

Al participar en la limpieza, personas de distintas edades y sectores reflexionaron sobre el impacto cotidiano de nuestras decisiones de consumo y disposición de residuos. La vivencia concreta —meter las manos al agua, descubrir desechos ocultos entre piedras o raíces— genera una conexión emocional difícil de lograr solo en el aula. Esa sensibilidad es clave para formar ciudadanía comprometida con el ambiente.

Además, iniciativas como esta fomentan el trabajo colaborativo, el reconocimiento del territorio como un bien común y el fortalecimiento de valores como la solidaridad, el respeto y la corresponsabilidad. Los ríos, más que cuerpos de agua, son espacios donde se puede aprender a cuidar la vida.

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El Calypso en Costa Rica: Memoria viva del Caribe Afrodescendiente

El calypso es mucho más que música: es una forma de narrar la vida, denunciar injusticias y celebrar la identidad afrocaribeña. Aunque nació en Trinidad y Tobago, este género musical echó raíces profundas en la costa atlántica de Costa Rica, especialmente en Limón, gracias a la migración afrocaribeña de finales del siglo XIX.

En Costa Rica, el calypso ha sido históricamente una expresión de resistencia cultural. Sus letras, interpretadas en inglés criollo o «patwa», abordan desde el humor cotidiano hasta la crítica social, y han sido transmitidas de generación en generación, muchas veces al margen de los medios oficiales. Durante décadas fue invisibilizado, pero hoy es reconocido como patrimonio cultural inmaterial, y sigue vivo gracias al trabajo de comunidades, músicos y proyectos educativos.

 

Esta infografía resume los aspectos más relevantes del calypso limonense: su origen, instrumentos, temas, principales exponentes y su papel como símbolo de lucha y orgullo cultural. Una forma de acercarnos a la riqueza musical y política de esta tradición que sigue sonando en el corazón del Caribe costarricense.

Pueden descargar la infografía aquí

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¿Quién cuida la tierra cuando el Estado no se queda? Rotan los fiscales, resiste la comunidad

Una visita que revela lo que aún falta

Continuamos con los recorridos que realiza Philippe, una voz clave en la vigilancia comunitaria del Caribe Sur. En esta ocasión, regresó a la loma donde semanas atrás operaba una draga, removiendo tierra y abriendo zanjos en una zona de gran sensibilidad ecológica. Las imágenes recientes muestran que los zanjos han sido rellenados, como parte de acciones de contención impulsadas por la fiscalía tras las denuncias comunitarias. No obstante, Philippe advierte que aún queda pendiente intervenir el otro lado del terreno: “ya no es una quebrada, es un río; eso lo tienes que tapar también”, señala con preocupación. Esta observación pone de manifiesto cómo las intervenciones ilegales siguen generando transformaciones profundas en el paisaje, alterando el curso natural del agua y afectando el equilibrio ecológico.

La vigilancia comunitaria como barrera contra la impunidad

Estas acciones reflejan intentos importantes, aunque insuficientes, por frenar el avance de actividades que violentan los territorios del Caribe Sur. La respuesta ha sido posible gracias a la organización de comunidades y personas defensoras que, ante la inacción o lentitud de las instituciones, han asumido la labor de documentar, alertar y exigir respuestas. En este contexto, el control y la vigilancia comunitaria no solo son estrategias de resistencia, sino una forma concreta de ejercer derechos y proteger bienes comunes que están siendo erosionados. Sin estas acciones colectivas, muchos de estos daños quedarían invisibilizados y avanzarían con total impunidad.

Alta rotación institucional: una amenaza silenciosa

Una de las principales amenazas para la efectividad de las medidas de protección es la discontinuidad en el accionar institucional. Philippe subraya con preocupación la alta rotación del personal fiscal, especialmente de quienes tienen a cargo casos ambientales. Esta inestabilidad compromete el seguimiento de los procesos y genera vacíos de información: los fiscales recién llegados desconocen el contexto, los actores involucrados y el historial de intervenciones. Como consecuencia, los casos se dilatan, las medidas cautelares se debilitan o incluso se desestiman, lo cual beneficia directamente a quienes buscan explotar el territorio al margen de la ley.

Permanencia y especialización: claves para una justicia ambiental efectiva

La permanencia y especialización del personal judicial es clave para garantizar que las normas ambientales se apliquen de manera oportuna y eficaz. Cuando un fiscal permanece en su puesto, puede construir un conocimiento profundo del territorio, establecer relaciones de confianza con las comunidades y acumular experiencia sobre los patrones de afectación ambiental. Esta continuidad es indispensable para emitir criterios técnicos sólidos, sostener acusaciones ante los tribunales y vigilar el cumplimiento de medidas cautelares. La alta rotación, en cambio, desarticula procesos, debilita la institucionalidad y, en muchos casos, neutraliza los esfuerzos de defensa comunitaria.

Un llamado urgente a fortalecer el rol del Estado

En este escenario, es urgente repensar la gestión institucional en materia ambiental. No basta con tener leyes y fiscalías especializadas si no se garantiza la estabilidad, formación y presencia territorial del personal responsable. La defensa del ambiente no puede depender únicamente de la voluntad y sacrificio de las comunidades; requiere también un Estado coherente, comprometido y con capacidad sostenida para actuar. La experiencia del Caribe Sur deja una lección clara: sin continuidad en la acción judicial, la impunidad se fortalece, y los ecosistemas —ya vulnerables— corren un riesgo aún mayor.

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Alianzas necesarias: defensores ambientales y fiscalía, una relación clave

La relación entre las comunidades defensoras del ambiente y la fiscalía ambiental no es solo estratégica, sino esencial para una protección efectiva del territorio. Las personas defensoras son quienes habitan, recorren y conocen profundamente los ecosistemas; son las primeras en detectar cambios, denunciar afectaciones y documentar pruebas. Su conocimiento empírico y su compromiso sostenido aportan información valiosa que puede ser utilizada en procesos judiciales, siempre que exista un canal de comunicación abierto, respetuoso y continuo con las autoridades.

Cuando esta relación se fortalece —basada en la confianza, la escucha activa y la corresponsabilidad—, se generan condiciones para que la fiscalía actúe con mayor precisión, rapidez y pertinencia. Sin embargo, la alta rotación del personal fiscal interrumpe estos vínculos, obliga a reiniciar procesos de sensibilización y formación, y debilita la cooperación institucional con los territorios. Esto no solo ralentiza la justicia, sino que puede poner en riesgo a las personas defensoras, al exponerlas nuevamente sin respuesta institucional clara.

Construir y sostener alianzas entre defensoras/es ambientales y fiscalías especializadas es un paso indispensable para enfrentar de manera estructural los delitos ambientales. No se trata solo de intercambiar información, sino de reconocer a las comunidades como actores legítimos en la defensa del bien común y asegurar que las instituciones del Estado actúen en sintonía con esa legitimidad. En territorios amenazados por extractivismos ilegales, esa relación puede marcar la diferencia entre la impunidad y la justicia.

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Marchamos y rimamos: un collage de bombas y voces del 1° de mayo en Costa Rica

Este 1° de mayo de 2025, miles de personas salieron a las calles en Costa Rica para reivindicar derechos, denunciar injusticias y celebrar la lucha histórica del movimiento obrero. Desde ese caminar colectivo nace este collage sonoro, un recorrido que les invitamos a hacer a través de distintas voces, ritmos, pasos… y bombas.

Sí, bombas: esas cuartetas improvisadas que detienen la música para soltar una verdad, una crítica, una chispa que enciende la conciencia. A lo largo de este montaje, las bombas populares se entrelazan con consignas, intervenciones espontáneas y reflexiones de personas que participaron en la manifestación. Juntas nos llevan por las calles de la capital, donde se alzaron denuncias contra la violencia institucional y el abandono de los intereses populares.

Entre las principales demandas, se expresó el rechazo a las políticas del poder ejecutivo y de buena parte del legislativo, acusadas de erosionar derechos y empobrecer a las mayorías. Se cuestionó la criminalización de personas privadas de libertad y sus familias bajo una nueva política carcelaria punitiva y excluyente. También se denunciaron la venta de instituciones públicas, la tecnocratización de la gestión financiera, y el debilitamiento deliberado de los sistemas de salud y educación.

La marcha reunió una pluralidad de voces: pueblos indígenas que alzaron la bandera de la autonomía y la defensa del territorio, trabajadoras domésticas que exigieron condiciones laborales dignas, sindicatos de distintos sectores, colectivos estudiantiles comprometidos con la defensa de lo público, y personas que expresaron su solidaridad con la lucha del pueblo palestino. También se escucharon denuncias contra el proyecto de armonización eléctrica, señalado como parte de la mercantilización de los bienes comunes. Las voces que aquí se entrelazan defienden otra lógica: la del cuidado, la justicia y la dignidad.

Pueden escuchar el collage aquí

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Philippe Vangoidsenhoven: veinte años defendiendo el Caribe costarricense

El pasado 22 de marzo, en conmemoración del Día de la Tierra, se llevó a cabo el acto de Reconocimiento a Personas Defensoras del Ambiente, actividad organizada conjuntamente por el Programa Kioscos Socioambientales, la Embajada del Estado Plurinacional de Bolivia y la Universidad Bíblica Latinoamericana.
La profundización de los modelos económicos extractivistas y de despojo ha generado graves conflictos socioambientales, al afectar las bases materiales y simbólicas que sostienen la vida en las comunidades. Según el Atlas de Justicia Ambiental (EJAtlas), desde 2012 se han documentado más de 3,700 conflictos ambientales en el mundo, una cuarta parte de ellos en América Latina.

 

Reconocer a quienes defienden el ambiente es un acto urgente y necesario: estas personas protegen ecosistemas y derechos humanos fundamentales, pero enfrentan criminalización, violencia y hasta la muerte por su labor. Global Witness señala que América Latina es la región más peligrosa para los activistas ambientales, con más de 500 asesinatos en la última década. Costa Rica no es la excepción: muchas personas defensoras son víctimas de agresiones físicas, amenazas y daños a su patrimonio por defender bosques, ríos, mares y territorios.

En este contexto, compartimos la voz de Felipe Vangoidsenhoven, reconocido durante esta actividad, quien nos relata desde su experiencia en el Caribe Sur los riesgos, resistencias y la importancia de la defensa de la naturaleza como tarea colectiva e imprescindible.

¿Quién eres, de dónde vienes? ¿Cómo llegaste al Caribe Sur?
Mi nombre es Vangoidsenhoven Philippe, acá me conocen como Felipe. Siempre he sido amante de la Naturaleza, me interesa mucho. Decidí salir de Bélgica para mudarme a un país con Naturaleza tropical y por eso escogí Costa Rica, porque en toda la información que encontraba decía que era un país que protege su Naturaleza y era bastante seguro para vivir. Viví dos años en San José hasta que una noche me robaron mi carro, y eso fue la señal de que tenía que moverme.

¿Cómo llegaste a convertirte en defensor ambiental?
Gracias a una amistad conseguí un trabajo en Manzanillo como jefe de mantenimiento y jefe de los guías de canopy. Después de trabajar un año en este hotel, logré alquilar cabinas en el centro de Puerto Viejo por tres años. Fue ahí que varias personas se me acercaron y me introdujeron en la lucha ambiental.

¿Qué tipos de amenazas o riesgos has enfrentado en tu labor?
Hablando de amenazas, la lista es larga. Va desde gritos de “sapo, vuelve a tu país, “carepicha”, etc., hasta agresiones físicas. Mataron a cuatro perros, tiraron piedras hacia mi carro, en dos ocasiones quebraron los parabrisas y dejaron el carro golpeado, además de que me quebraron el hueso del dedo gordo. En dos ocasiones casi lograron matarme. Han llegado a mi finca para amenazarme; un maderero entró varias veces y causó daños. Es bastante peligroso denunciar daños ambientales.

¿Cómo afecta esta situación en lo personal y en lo colectivo a las personas defensoras?
Se genera una gran cantidad de enemigos, lo cual afecta mi negocio. Uno pierde cualquier cantidad de clientes y dinero. Van a hacer lo imposible para hacerte la vida miserable. ¡La muni me declaró persona non grata!

¿Consideras que el Estado costarricense reconoce adecuadamente el papel de las personas defensoras ambientales?
No, el Estado de Costa Rica no reconoce el trabajo que hacemos los defensores de nuestra Madre Naturaleza. Me recuerdo que el expresidente Luis Solís dijo abiertamente que iban a llenar la costa del Caribe Sur con hoteles y casas de lujo. Mira el ejemplo de la finca de Pacheco Dent, con el ministro de MINAE y el mismo presidente defendiendo ese desastre.

¿Qué mecanismos de protección existen? ¿Son suficientes y accesibles?
No existen mecanismos de protección. Si quieres protección, como me lo han ofrecido, te sacan de la zona para esconderte en otro lado de Costa Rica. Lo mejor que puedes hacer es protegerte con arma de fuego, gas pimienta y, sobre todo, tener cámaras por todos lados para tener evidencia en caso de agresión.

¿Qué cambios urgentes crees que deberían impulsarse desde las instituciones públicas?
Primero que todo, necesitamos funcionarios del MINAE que verdaderamente cumplan con sus deberes, por los cuales son pagados. Ahorita no tenemos control ni apoyo por parte del MINAE. Más bien, estos funcionarios corruptos favorecen a los destructores. Y si un funcionario quiere hacer su trabajo… ¡lo envían a otro sitio!

 

 

¿Qué significa para vos recibir este reconocimiento a tu trayectoria?
El reconocimiento es, por supuesto, más que bienvenido. En estos 20 años de lucha, he recibido un reconocimiento por parte de Bloque Verde y ahora este. El reconocimiento es como una energía extra, es como recargar las baterías, es una motivación para seguir la lucha.

¿Qué mensaje considerás importante transmitir a las personas a partir de este contexto que nos has dado?
Llamo a más participación ciudadana en la labor de vigilancia del medio ambiente. Que llamen al 911 o a mí directamente. ¡Necesitamos más ojos en la zona! Sin vigilancia, vamos a perder todo.

Si no existieran personas defensoras ambientales como vos, y todo dependiera únicamente de las instituciones de protección ambiental, ¿cómo creés que sería la historia?
Muy sencillo: destruirían toda la zona. Si hoy día cuesta tanto parar un daño ambiental, imagínese si no hay control alguno. Y los funcionarios del MINAE no ayudan, más bien son la causa principal de este problema, junto con la municipalidad.

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¿Qué significa resistir en el campo cuando la justicia no llega? Conversamos con Mariano Zúñiga

En esta nueva entrega del Observatorio de Bienes Comunes del Programa Kioscos Socioambientales y el CIEP-UCR, visitamos la finca Dos Ríos  y conversamos con don Mariano Zúñiga Pérez, presidente de la Asociación de Productores de la finca Dos Ríos El Camaroncito. Su testimonio es una radiografía cruda y honesta de lo que implica habitar y sostener la vida en territorios donde las instituciones fallan, donde el acceso al agua, a caminos dignos y a la seguridad jurídica son una lucha diaria.

Con serenidad, pero con firmeza, don Mariano nos habla de años de gestiones sin respuesta, de la paciencia activa de quienes siguen sembrando y cuidando la tierra mientras esperan justicia.

🎧 Escuchá esta conversación y acompañanos a sentir y entender los saberes y resistencias que florecen en medio de la adversidad.

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Donde nadie una historia de indignación Conversamos con Carlos Villalobos

En este episodio de Sentires y Saberes conversamos con Carlos Villalobos, autor de la novela Donde nadie, una obra que da voz a las víctimas del nemagón, el agroquímico que marcó trágicamente la vida de muchas personas trabajadoras bananeras y sus familias. Hablamos sobre la injusticia social detrás de esta historia silenciada, la fragmentación de la memoria colectiva y el poder de la literatura para rescatar estos relatos del olvido y ponerlos en el centro del debate nacional.

El nemagón, cuyo nombre químico es dibromocloropropano (DBCP), fue utilizado ampliamente entre las décadas de 1960 y 1980 en plantaciones bananeras de América Latina, incluido Costa Rica. Aunque su uso fue prohibido en Estados Unidos en 1979 por los graves efectos en la salud de las personas trabajadoras agrícolas, continuó siendo aplicado en el sur global, afectando a miles de personas en Nicaragua, Honduras, Filipinas y también en las regiones bananeras costarricenses. En Costa Rica, se ha documentado que el nemagón causó infertilidad, cáncer, enfermedades dermatológicas y daños neurológicos, generando una tragedia sanitaria y ambiental de largo plazo.

A pesar de las múltiples denuncias y luchas judiciales, las víctimas del nemagón en Costa Rica enfrentaron un prolongado proceso de invisibilización y desamparo institucional. Muchas de ellas han muerto sin obtener justicia ni reparación, mientras sus historias apenas han sido reconocidas en los relatos oficiales. En ese contexto, la novela de Villalobos adquiere una profunda relevancia ética y política: no solo narra lo ocurrido desde las voces de quienes sufrieron directamente, sino que interpela a una sociedad que ha preferido olvidar.

Este episodio es una invitación a conocer una parte dolorosa de nuestra historia reciente, a escuchar lo que por mucho tiempo se ha callado y a reflexionar sobre las responsabilidades que persisten tanto en el presente como en el futuro. La literatura, en este caso, se convierte en un acto de memoria y resistencia.

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Bienes comunes en resistencia: el MST y el Día de la Tierra

Cada 22 de abril, el Día Mundial de la Tierra nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con el planeta y la urgencia de proteger sus recursos. En este contexto, la experiencia del Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) de Brasil es un ejemplo vivo de cómo las comunidades pueden organizarse para defender los bienes comunes, como la tierra, el agua y las semillas, frente al avance del modelo extractivista y el agronegocio.

A través de la lucha por la reforma agraria, la promoción de la agroecología y la defensa de la soberanía alimentaria, el MST demuestra que es posible habitar la tierra cuidándola, respetando su diversidad y construyendo justicia social. Su experiencia no solo transforma el campo brasileño, sino que ofrece una alternativa concreta y urgente para quienes soñamos con un mundo más justo y en equilibrio con la naturaleza.

Pueden descargar la infografía aquí

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Reseña Histórica: El Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST)

El MST nació en 1984, en un contexto de profundas desigualdades en la distribución de la tierra en Brasil. Durante décadas, millones de campesinos y campesinas fueron expulsados del campo por el avance del agronegocio, la concentración de tierras y la falta de políticas públicas. Frente a esto, comunidades rurales comenzaron a organizarse para ocupar tierras improductivas, con el objetivo de trabajar la tierra y vivir con dignidad.

Desde entonces, el MST ha crecido hasta convertirse en uno de los movimientos sociales más grandes y organizados de América Latina, con presencia en 24 estados de Brasil. Su lucha se basa en tres pilares fundamentales:

  • La reforma agraria popular

  • La soberanía alimentaria

  • La agroecología

El movimiento no solo impulsa la recuperación de tierras, sino que promueve una nueva forma de vida en el campo, con educación popular, producción sustentable, igualdad de género y autogestión comunitaria. A lo largo de su historia, el MST ha creado cientos de escuelas, cooperativas, viveros forestales y redes de comercialización de alimentos sin venenos.

En un mundo marcado por la crisis ecológica y la mercantilización de la vida, el MST representa una alternativa concreta basada en la solidaridad, el compromiso con la Tierra y la resistencia campesina organizada.