Cada 5 de junio, Costa Rica se viste de verde para celebrar el Día Mundial del Ambiente. Las instituciones se llenan de mensajes sobre sostenibilidad, reciclaje y turismo ecológico. Pero mientras tanto, quienes defienden el ambiente —las personas que protegen ríos, bosques y territorios de la destrucción— siguen siendo amenazadas, criminalizadas o ignoradas por el Estado.
La infografía que compartimos hoy nace desde esa contradicción: ¿cómo puede un país que no ha ratificado el Acuerdo de Escazú presumir de liderazgo ambiental?

Naturaleza para vender, no para vivir
En Costa Rica, la naturaleza se concibe principalmente como un activo turístico. Se vende al mundo una imagen de selvas exuberantes, “pura vida” y armonía ecológica. Sin embargo, esta narrativa omite su dimensión ecosistémica y simbólica, y deja fuera las tramas de vida —humanas y no humanas— que sostienen esos territorios.
La lógica de conservación que predomina sigue siendo utilitaria: conservar para atraer visitantes, no necesariamente para garantizar derechos ni regenerar equilibrios. En este marco, quienes denuncian proyectos turísticos destructivos o agroindustriales ilegales son vistos como obstáculos, no como aliadas del ambiente.
Personas defensoras: incómodas para el modelo verde
La no ratificación del Acuerdo de Escazú por parte del gobierno costarricense no es casual. Este tratado —impulsado originalmente por el país— obliga a los Estados a garantizar derechos de acceso a la información, participación y justicia ambiental, además de proteger a quienes defienden el ambiente.
Ratificar Escazú implica reconocer que hay violencia ambiental, que el modelo actual genera conflictos y que muchas personas enfrentan riesgos por alzar la voz. En vez de eso, Costa Rica ha optado por maquillar su imagen, mientras se desentiende del abandono y la impunidad que sufren comunidades y pueblos que luchan por su territorio.
Un 5 de junio para exigir coherencia
Este Día Mundial del Ambiente no puede ser solo un acto simbólico. Es momento de mirar más allá del verde turístico y preguntarnos:
¿De qué sirve celebrar la naturaleza si no protegemos a quienes la defienden?
¿A quién beneficia el silencio sobre los crímenes ambientales?
Proteger la vida empieza por reconocer a quienes la sostienen.
Ratificar el Acuerdo de Escazú es una deuda urgente.
Más que un gesto diplomático, es una decisión ética y vital.

La naturaleza no es un recurso, es un sujeto
Hablar de ambiente no es solo hablar de árboles o paisajes. Es reconocer que la naturaleza es un entramado de relaciones vivas: agua, suelo, aire, animales, plantas, microorganismos… y también culturas, memorias y espiritualidades. Es un tejido de la vida del que todas y todos somos parte.
En muchas cosmovisiones indígenas, la naturaleza no es una propiedad ni un “servicio”, sino un sujeto vivo con derechos y dignidad propia. Esta visión cuestiona profundamente la manera en que el Estado costarricense promueve su imagen ambiental: como un lugar para ser visitado, explotado o administrado desde arriba, sin escuchar a quienes la habitan y la defienden.
Defender el ambiente no es conservarlo como postal, sino cuidar los vínculos que lo sostienen. Y quienes se dedican a esa defensa —muchas veces desde la marginalidad, la ruralidad o la resistencia indígena— no son activistas aisladas, sino guardianas de un equilibrio mayor.
Olvidar esto no es solo una injusticia. Es también una amenaza para nuestra propia continuidad como humanidad.
Referencia:
Global Witness. (2025, 3 de junio). Por qué el Acuerdo de Escazú es importante para las personas defensoras de la tierra y el medioambiente en el Caribe. Global Witness. Recuperado de https://globalwitness.org/es/campaigns/land-and-environmental-defenders/por-que-el-acuerdo-de-escazu-es-importante-para-las-personas-defensoras-de-la-tierra-y-el-medioambiente-en-el-caribe/
Pomareda García, F. (2025, 14 de mayo). Seis defensores ambientales y cuatro grupos indígenas enfrentan amenazas de muerte y violencia por sus denuncias. Semanario Universidad. Recuperado de https://semanariouniversidad.com/pais/seis-defensores-ambientales-y-cuatro-grupos-indigenas-enfrentan-amenazas-de-muerte-y-violencia-por-sus-denuncias/