elecciones

Boletín del Observatorio de Bienes Comunes: Desigualdades socioambientales y elecciones

Nos acercamos a un nuevo proceso electoral en Costa Rica, marcado por la continuidad de la Pandemia de la Covid-19 y la imperante necesidad de la reactivación económica.
Esta situación ha empujado a muchos sectores a utilizar su influencia para posicionar sus intereses en las diversas agendas: mediáticas, políticas, económicas y cómo no, electorales.

Este boletín les invita a reflexionar estos procesos en clave de desigualdades socioambientales, es decir ¿Cuáles son aquellas relaciones predominantes entre los diversos sectores y su estructuración al respecto de los bienes naturales presentes en el territorio? Jerarquías, influencias, despojos, explotación o marginalidad son temas que se visibilizan cuando pensamos desde la desigualdad.

Leer y reflexionar desde esta perspectiva enriquece nuestra interpretación individual, pero también colectiva al respecto de este ciclo electoral que está por iniciar. Nos ayuda a descifrar lo “no dicho” en los discursos, es decir los intereses encubiertos. A partir de esta reflexión y el descubrimiento de las diversas relaciones desiguales que estamos padeciendo, debe ser punto focal para posicionar nuestro descontento , pero también en la construcción de propuestas que partan desde nuestros territorios.

Esperamos que este boletín favorezca esa lectura crítica, y contribuya en sus procesos individuales y colectivos a repensar la política electoral desde nuestros territorios.

Pueden descargar el boletín aquí

Les ofrecemos esta infografía al respecto:

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Voces y Política: Reflexiones sobre el Día mundial del ambiente: ¿Hablamos el mismo “idioma”?


El 5 de junio celebramos el día mundial del ambiente y muchos mensajes serán titulares en medios de comunicación y redes sociales, por esta razón hoy conversamos con Nery Chaves García especialista en temas internacionales sobre algunas de las dimensiones del ambiente que se encuentran en disputa. Desde una mirada crítica procuraremos abordar los intereses extractivistas y tensiones entre las comunidades, Estados, las mega-corporaciones (las tecnológicas, las petroleras/mineras o las agroindustriales).
Algo nos dice que el próximo 5 de junio no estarán hablando el mismo idioma.

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Pacífico Norte y Agua: Tensiones y disputas

A través de los años la situación del agua en el Pacífico Norte ha ido agudizándose por las presiones de distintitos tipos de actividades económicas que han llevado al límite a las fuentes de agua, y esto sin duda ha provocado una mayor intensificación de los efectos del Cambio Climático en la región que vulnerabilizan el derecho humano al agua. Esta situación nos lleva a reconocer que será muy probable que la próxima década será caracterizada por un aumento de la conflictividad social por el acceso al agua.

Por esta razón el Observatorio de Bienes Comunes les compartimos estas Infografías para invitarles a reflexionar sobre la situación actual y los desafíos que tenemos para construir soluciones desde las perspectivas que prioricen la democratización del consumo humano del agua y por una sostenibilidad ambiental de nuestros territorios que parta de los tejidos de cuidados que hemos construido entre el agua, nuestros saberes y prácticas.

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Para redes sociales

Parte 1

Parte 2

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Sentires y Saberes: Bienes Comunes en riesgo: Minería en Perú impactos y consecuencias para la vida digna

En esta ocasión compartimos con Wilmar Cosme y Jaime Silva, compañeros del Centro de Cultura Popular Labor, para reflexionar sobre las implicaciones de la actividad minera a través de la experiencia en el Cerro de Pasco, tanto en sus dimensiones ambientales, pero también políticas, sociales y culturales, es un recorrido para problematizar la minería desde una perspectiva de defensa de la vida digna.

Sentires y Saberes es un espacio del Observatorio de Bienes Comunes del Programa Kioscos Socioambientales y del Centro de Investigación y Estudios Políticos de la Universidad de Costa Rica con el fin de profundizar la reflexión en torno a los Bienes Comunes, sobre su origen, propiedad y gestión.

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Explorando las venas abiertas de los bienes comunes: La tierra y la soberanía alimentaria – Artículo e infografía Semanario Universidad

 

¿Es lícito confundir la profundidad de una clase con el bienestar de un país?
Eduardo Galeano

Parece curioso hablar sobre la tierra en tiempos de la exacerbación tecnológica y la economía del conocimiento; sin embargo, reflexionar sobre la situación de la tierra en Costa Rica no es un asunto menor. La tierra es un bien común no renovable, que nos alberga y garantiza muchos otros (agua, bosques, biodiversidad, alimentos), que tiene un lazo intrínseco para el sostén de la vida. Por ello, resulta relevante cuestionarnos: ¿En qué situación se encuentra el uso y tenencia de la tierra?

Una de las principales dimensiones que nos ayudan a caracterizar la “salud” de la tierra en nuestras sociedades es la forma y modo en que se encuentra distribuida. Por esta razón, nos gustaría dar algunas pistas al respecto. Si miramos el Censo Agropecuario del 2014, nos enteramos de que el país cuenta con una extensión de 2,4 millones de hectáreas con fincas agropecuarias. Esto es casi el 47% de la superficie total del territorio nacional.

Según el Plan Nacional de Agricultura Familiar de Costa Rica 2020-2030, solamente el 26% de todas las fincas forma parte de la agricultura familiar. Estas se destinan a todos los usos (pasto, bosque, siembra) y su extensión promedia las 12.6 hectáreas. Otro 56% del total de la superficie con producción agropecuaria, corresponde a fincas de 100 o más hectáreas. Es significativo el número de fincas con tales dimensiones, en comparación con las de agricultura familiar, por lo que nos cuestionamos: ¿qué se está sembrando en esas grandes fincas?

Según el Censo del 2014, el 32% de la producción total corresponde tanto a cultivos agroindustriales (palma aceitera y caña azúcar) como a frutas frescas (piña, banano, melón, naranja). Ambas son actividades orientadas a la agroexportación y dependientes de grandes extensiones de tierra para su productividad y rentabilidad. En cambio, si sumamos arroz, maíz, frijol, papa y cebolla, a lo sumo se llega al 5% de la tierra sembrada, sin importar la extensión de la finca, lo cual nos permite afirmar que hay una presencia minoritaria de cultivos para el consumo local.

Si afinamos nuestra observación, nos damos cuenta de que la producción de alimentos en realidad es bastante reducida, ya que si sumamos la extensión de ganado vacuno y café, ambos representan el 50% de la producción total de estas fincas. Es así que la producción de alimentos se encuentra en una tendencia de disminución por la imposición del modelo de la agroindustria, colocando a la soberanía alimentaria en una alta vulnerabilidad.

Recordemos que con esta pandemia, la condición de las pequeñas producciones ha sido golpeada y se ha disminuido la demanda de su producción. Sus canales de distribución y comercialización se han visto perjudicados, agudizando esta tendencia a disminuir su presencia en la economía nacional, lo cual es preocupante.

Aquí encontramos dos tendencias: por un lado tenemos una mayor concentración de la tierra en pocas manos bajo producción agroindustrial, y por otro lado un modelo de agricultura familiar que se ha visto obligado a competir con la producción agroindustrial, desplazando otros cultivos y profundizando las desigualdades socioeconómicas.

Esta tendencia histórica hacia la agroindustria profundiza el uso de agroquímicos para el sostenimiento de la producción, haciendo caso omiso al impacto ambiental y las externalidades negativas. Finalmente, han sido las comunidades que viven alrededor de estas grandes plantaciones, las que se han visto directamente afectadas por la contaminación de sus fuentes de agua, o enfermedades en la piel, respiratorias y digestivas.

¿Qué nos dice todo esto? Hay una creciente desigualdad en el acceso y el tipo de actividades agropecuarias. La situación se vincula estrechamente con los extractivismos, ya que es un modelo productivo basado en la agroindustria y la ganadería de grandes extensiones, que impregnan y redefinen el sentido de las prácticas sobre la tierra, sin importar de qué tipo de extensión hablemos.

Cuando veamos las estadísticas del comercio exterior alegrándose de las grandes exportaciones de la agroindustria, recuerden que la salud de la democracia pasa también por la tierra, y como dice el dicho “quien por mucho deja lo poco, suele perder lo uno y lo otro”. La agricultura familiar campesina representa una forma de propiedad y gestión más equitativa y democrática de la tierra, si continúa esta posiciòn minoritaria y al margen de sistemas agroecológicos, seguiremos vulnerando nuestros bienes comunes naturales, y con esto el sostén de nuestra vida.

Observatorio de Bienes Comunes Agua y Tierra

Luis Andrés Sanabria Zaniboni

Puede descargar el artículo aquí.

 

Tomado de: https://semanariouniversidad.com/opinion/explorando-las-venas-abiertas-de-los-bienes-comunes-la-tierra-y-la-soberania-alimentaria/

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¿Qué pasa con el agua en Cipreses de Oreamuno? – Infografías

¿Qué pasa con el agua de Cipreses?, ¿qué podemos hacer, como vecinos usuarios y abonados, para contribuir a mitigar la problemática? El Frente Ecologista, con el acompañamiento del Observatorio de Bienes Comunes del Programa Kioscos Socio-ambientales UCR, elaboramos las siguientes infografías. ¡El agua es un bien que debemos cuidar para el beneficio de todas y todos!

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Eso que amenaza nuestros ríos: Minería no Metálica – Tercer boletín del Observatorio de Bienes Comunes

Les presentamos el tercer boletín del Observatorio de Bienes Comunes: agua y tierra. que en esta ocasión está dedicado a profundizar sobre una actividad extractiva que en Costa Rica tiene una presencia relevante, sin embargo es poco conocida: la minería no metálica.

Procura visibilizar algunas reflexiones y experiencias que surgen del proceso de acompañamiento a la Alianza de comunidades por la defensa del agua en Puntarenas (sector norte) y de la Comisión defensora de los Ríos Convento y Sonador en Buenos Aires (zona sur). Ambas organizaciones han sido activas en la provincia de Puntarenas debido a los conflictos en relación a este tema que tienen presencia en comunidades como Chomes, Manzanillo, Punta Morales, Costa de Pájaros, Guacimal, Abangares, Abangaritos, Judas, Malinche, Orocú, La Montaña y Buenos Aires y los principales ríos de esas zonas, tales como Abangares, Barranca, Lagarto, Guacimal, Lajas y Ceibo (pueden ser regionalizados).

Estos procesos nos han mostrado cómo los ríos, ese bien común que despierta delirios en unos y dolores en otros por la biodiversidad que acogen y las múltiples posibilidades que representan, son para los pueblos fuente de vida, alimento, identidad y memorias, mientras para la industria representan poder, ganancias, control territorial y de mercados.

La principal motivación de este boletín es invitarnos a reflexionar sobre ¿Cuáles son los costos ambientales, culturales, comunitarios e identitarios que significan estos proyectos? ¿Quiénes se benefician de estas actividades?  ¿Qué implicaciones tiene para nuestro modelo de país?

¿Qué es el Observatorio de Bienes comunes?

El Observatorio de Bienes Comunes: Agua y Tierra es un esfuerzo más de articulación entre el Programa Kioscos Socioambientales y el CIEP que tiene como propósito contribuir en la problematización del contexto que nos interpela a todos y todas desde esta perspectiva, a través de la generación de información y espacios de diálogo sobre las dimensiones y relaciones presentes en los conflictos socioambientales relacionados al origen, propiedad y gestión de los bienes comunes. Página web: https://bienescomunes.fcs.ucr.ac.cr/ Contacto: observatoriobienescomunes@gmail.com

Pueden descargar el boletín aquí

 

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¿Cuál pandemia? Extractivismos recargados

“Las raciones fueron nuevamente reducidas para economizar petróleo. Pero los cerdos parecían estar bastante a gusto y, en realidad, aumentaban de peso.” George Orwell - Rebelión en la Granja

Por Luis Andrés Sanabria Zaniboni/Observatorio de Bienes Comunes

2 septiembre, 2020
En los últimos meses a raíz de las medidas económicas tomadas y no tomadas por el Gobierno ante la pandemia, hemos visto deterioradas las condiciones socioeconómicas de una gran parte de la población, agudizando las desigualdades de nuestra sociedad; pero como era de esperar algunos sectores no han sido impactados de la misma manera, entre ellos la industria extractiva. Podemos preguntarnos: ¿a qué tipo de cuarentena se han sujetado?

Lo primero que pensamos es: ¿qué son los extractivismos? Estos son parte de un modelo socioeconómico, productivo y político que se basa en la extracción de los bienes naturales (principalmente) con el fin de obtener materias primas con poco valor agregado y procesamiento sensibles a ser vendidas en los mercados. Para ello diversos actores sociales procuran facilitar su operación mediante exoneración fiscal, para optimizar sus ganancias. Entre algunas actividades están las conocidas tradicionalmente como la minería o exploración petrolera, pero en Costa Rica con más intensidad está la agroindustria a través de los monocultivos (piña, azúcar, banano, palma africana) o megaproyectos.

Estas actividades tienen profundas secuelas en nuestro país, su creciente intensidad y extensión ha impactado de forma irreversible en las comunidades y los ecosistemas. El uso indiscriminado de agroquímicos nocivos para la vida humana y el ambiente, así como la necesaria deforestación para su desarrollo son muestras de sus “externalidades en el agotamiento de los bienes naturales”.

Con la llegada del COVID-19 se mostró cómo los sectores extractivistas miraban para otro lado, y las autoridades refrendaron esto. Amparados en la “necesidad” de resguardar la economía, las implicaciones del “martillo y el baile” se diferenciaron entre lo urbano y rural, en uno se corre por cumplir con el cierre, pero en otros continúa el baile de la indiferencia y la explotación.

Si quisiéramos caracterizar las desigualdades presentes en el país, basta con retratar la división del trabajo y su manifestación a través de la clase y el género, cómo se entrelazan para mostrarnos a los perdedores y ganadores, donde el migrante o el pobre viven en carne propia las violencias de una actividad económica que no puede parar. Pero la acumulación de la riqueza sigue estando en manos de esas empresas opacas, casi ausentes hasta para tributar.

Pero su actividad no se mide solamente por su producción, sino también en las capacidades que generan para modificar a su favor las condiciones mediante las que operan. Por ejemplo, desde las cámaras empresariales hemos visto deseos expresos de una desregulación de la legislación ambiental (estudios de impacto ambiental, requisitos y otros) para hacerla más “amigable” con los negocios. Usando la excusa del ingreso en la OCDE se quiere modificar reglamentos para facilitar la introducción de paquetes tecnológicos que sirven de insumos a la producción agroindustrial, pero en definitiva son más agroquímicos, algunos restringidos en muchos países; pero también algunos reglamentos sobre las condiciones laborales de las personas, apostando a una normalización “legal” de la precarización a la que están expuestas.

¿Por qué hablar de esto? Porque les ha ido tan bien que son “punta de lanza” de la reactivación económica, coronados con el discurso presidencial con su apuesta al cultivo del cáñamo (monocultivo), pero también dio espacio para retomar las intenciones de algunos sectores por activar la minería de oro o la exploración petrolera, antes detenidas por decretos y leyes, pero hoy se perfilan como moneda de cambio en la política nacional. Es así como estamos siendo testigos que estos extractivismos sin cuarentena deterioran nuestro ambiente y atizan la desigualdad política y económica en el país.

Imagen carácter ilustrativo toma de Wikipedia 

Fuente: Semanario Universidad