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Comunidades de Katira denuncian presunto impacto de chanchera en quebrada y salud pública

Vecinos de Progreso de Katira, La Florida y Apacona, en el cantón de Guatuso, manifiestan su creciente preocupación por el presunto impacto ambiental y social de una actividad porcina instalada en las cercanías de sus comunidades. La población denuncia que esta explotación estaría afectando la quebrada La Piladora, así como la calidad del aire y la vida cotidiana en la zona.

Contaminación presunta de la quebrada y malos olores

De acuerdo con testimonios de personas que habitan estas comunidades, la chanchera se ubica a aproximadamente 300 metros de las viviendas. Relatan que se perciben malos olores intensos y constantes, perceptibles incluso en la iglesia evangélica ubicada a 800 metros. En los hogares más cercanos, a menos de 200 metros, los habitantes aseguran que los olores son insoportables: “Aquí comemos con el olor a chanchera en la mesa”, señaló una persona.

El señalamiento más grave recae sobre la quebrada La Piladora, que viene presentando presuntos signos de afectación. Vecinos relatan que, en ciertos momentos, especialmente durante la noche, llegan líquidos al cauce que intensifican los olores en la zona. “A 400 metros ya pica la nariz, y al bajar a la quebrada se siente más fuerte”, comentó un habitante.

Según lo manifestado por los pobladores, la chanchera cercana podría no contar con un manejo adecuado de sus residuos. Señalan que presuntamente existirían estructuras abiertas para acumular desechos que, al no tener un tratamiento riguroso, podrían estar facilitando descargas hacia el entorno. Esta situación, de acuerdo con la comunidad, estaría contribuyendo a la proliferación de olores intensos, plagas y posibles riesgos para la salud.

Respuesta institucional en duda

En abril de 2025, SENASA realizó una visita de inspección. Según vecinos, la institución habría concluido que no existía afectación a la quebrada y que los olores estaban bajo control. El Ministerio de Salud, por su parte, también habría indicado que todo estaría en orden.

La comunidad asegura haber presentado denuncias en la sede regional de Ciudad Quesada, pero sin mayor resultado. Incluso cuando han acudido al 911, se les habría indicado que debían contactar a SENASA, lo que refuerza en la población la sensación de desprotección y abandono institucional.

Sin embargo, los habitantes sostienen que las afectaciones son claras y cotidianas. Algunos perciben un trato desigual: sienten que cuando se trata de pequeños productores se cierran rápidamente las chancheras, mientras que en este caso las instituciones parecen actuar con menos rigurosidad.

Una vida diaria marcada por olores y contaminación

Los pobladores destacan que el impacto no es esporádico, sino constante: olores que se intensifican a ciertas horas de la noche, la imposibilidad de comer sin percibir el hedor, la incomodidad en los hogares y la preocupación por la calidad del agua. “El pueblo está cansado, ya no aguanta más, nos estamos ahogando”, expresaron.

Algunos habitantes presumen que los desechos liberados podrían afectar no solo a la quebrada, sino también a la biodiversidad circundante.

¿Qué piden?

Las comunidades de Katira solicitan que se verifique a fondo el cumplimiento de los reglamentos nacionales sobre vertido de aguas residuales, manejo de excretas y distancias mínimas para la actividad porcina. Asimismo, piden que la chanchera implemente buenas prácticas de gestión y tratamiento de residuos para evitar que el agua, el aire y el entorno sigan siendo afectados.

El llamado es claro: que las instituciones de control asuman con seriedad su papel y atiendan de manera efectiva las denuncias comunitarias. Mientras tanto, la quebrada La Piladora sigue expuesta a un tipo de contaminación y malos olores que limitan su derecho a un ambiente sano y a una vida digna.

Buenas prácticas ausentes y necesarias de promover

El caso de Katira muestra cómo la ausencia de buenas prácticas en la producción porcina genera impactos negativos que podrían evitarse con una gestión adecuada. La comunidad identifica varias carencias clave: un manejo deficiente de residuos líquidos y sólidos, la falta de medidas para controlar los olores y las plagas, la ubicación de la chanchera a distancias menores a las recomendadas respecto a viviendas y espacios públicos, así como la débil respuesta institucional frente a las denuncias ciudadanas.

En contraposición, existen buenas prácticas ampliamente reconocidas que permitirían conciliar la actividad productiva con el derecho a un ambiente sano. Entre ellas, destaca la implementación de biodigestores y sistemas cerrados de tratamiento, capaces de transformar los desechos en recursos útiles como biogás o biofertilizantes. Estos mecanismos no solo reducen la contaminación, sino que también disminuyen considerablemente los olores.

Otra medida importante es la instalación de barreras vivas —por ejemplo, franjas de árboles o cercas verdes— que actúan como filtros naturales de aire y agua, mejorando la calidad ambiental para quienes habitan en las cercanías. Asimismo, el cumplimiento estricto de las distancias mínimas respecto a quebradas, nacientes y viviendas debe ser un principio básico para toda actividad agropecuaria.

El monitoreo ambiental participativo es otra práctica que fortalece la confianza social: cuando la comunidad puede verificar junto con las instituciones la calidad del agua y del aire, se garantiza transparencia y corresponsabilidad en el cuidado del entorno. A ello se suma la necesidad de que las entidades de control actúen con mayor imparcialidad y eficacia, respondiendo de manera oportuna a las denuncias ciudadanas.

Finalmente, la promoción de espacios de diálogo y educación ambiental contribuye a que tanto productores como vecinos comprendan la importancia de prácticas responsables, reduciendo la conflictividad y construyendo soluciones sostenibles.

En conjunto, estas medidas no representan únicamente requisitos técnicos, sino herramientas para asegurar que la producción animal pueda desarrollarse sin poner en riesgo la salud, la biodiversidad y la calidad de vida de las comunidades.

De las malas prácticas a las soluciones necesarias

Malas prácticas observadas

Buenas prácticas propuestas

Manejo deficiente de residuos líquidos y sólidos

Implementación de biodigestores y sistemas cerrados de tratamiento

Ausencia de medidas de control de olores y plagas

Instalación de filtros y barreras vivas (franjas de árboles, cercas verdes)

Ubicación a distancias menores a las recomendadas respecto a viviendas y quebradas

Cumplimiento estricto de las distancias mínimas en la normativa

Débil respuesta institucional frente a las denuncias

Monitoreo ambiental participativo y constante, con resultados públicos

Falta de transparencia en los procesos de inspección

Institucionalidad activa, transparente e imparcial frente a la ciudadanía

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Democracia en riesgo: cuando la política criminal marca la agenda

En América Latina, la democracia no enfrenta únicamente el desafío de elegir gobiernos legítimos o de garantizar instituciones sólidas. Hoy, una de las amenazas más serias proviene de la expansión de lo que los investigadores Feldmann y Luna llaman política criminal: la intersección entre el crimen organizado, actores políticos y funcionarios estatales que encuentran en las economías ilegales una fuente de poder y recursos.

Esta relación no se limita a escenarios de violencia extrema, como el narcotráfico en México o Colombia. También se manifiesta en países con instituciones más fuertes, como Chile, Uruguay o Paraguay, donde el crimen ha penetrado el financiamiento de campañas, los negocios legales y las dinámicas de poder local. El resultado es un impacto directo en la calidad de la democracia y en las posibilidades de desarrollo económico.

Riesgos para la democracia

La democracia se sostiene sobre reglas claras: competencia justa, instituciones independientes y confianza ciudadana. Cuando el crimen entra en la política, estos pilares se ven gravemente erosionados.

  • Cooptación de instituciones: partidos y candidatos que dependen de financiamiento ilegal quedan atrapados en esa relación. En consecuencia, las decisiones de gobierno, en lugar de priorizar salud, educación o derechos sociales, terminan respondiendo a intereses criminales. Así, el Estado pierde autonomía y se convierte en un vehículo para proteger negocios ilícitos.
  • Erosión de la confianza ciudadana: cuando la población percibe que las autoridades están “vendidas” a redes mafiosas, se debilita la credibilidad en las elecciones, la justicia y los mecanismos de participación. Ese escepticismo suele traducirse en apatía, abstención o incluso en apoyo a salidas autoritarias que prometen “mano dura”.
  • Violencia política: en muchos contextos, los criminales no dudan en intimidar o eliminar a quienes representan una amenaza para sus intereses. Líderes comunitarios, activistas ambientales y hasta candidatos pueden ser asesinados o amenazados, lo que reduce la pluralidad de voces y empobrece el debate democrático.
Impacto en los procesos políticos

La penetración del crimen no solo corroe a la democracia en abstracto, sino que afecta directamente la dinámica cotidiana de la política.

  • Políticas públicas debilitadas: los recursos estatales se desvían para proteger negocios ilícitos o reforzar clientelas políticas. Así, programas esenciales como salud, educación o infraestructura local quedan relegados, mientras que las prioridades del crimen —por ejemplo, flexibilizar controles aduaneros o facilitar el blanqueo de dinero— se imponen en la agenda pública.
  • Normalización de la corrupción: cuando políticos, policías o jueces operan en connivencia con organizaciones criminales, la corrupción deja de ser un escándalo aislado y pasa a ser una práctica rutinaria. Las reglas informales impuestas por el crimen sustituyen gradualmente el Estado de derecho.
  • Captura de la representación política: en este escenario, quienes acceden al poder dependen de pactos con grupos ilegales. Esto limita la capacidad de la ciudadanía para incidir en las decisiones y convierte a las instituciones en rehenes de intereses ocultos.
Impacto en los procesos económicos

Los efectos de la política criminal se extienden también a la economía, aunque muchas veces estos impactos son menos visibles en el debate público.

  • Desigualdad persistente: aunque las economías ilegales generan grandes sumas de dinero, estos recursos no se destinan a mejorar servicios públicos ni a promover oportunidades productivas. Por el contrario, se concentran en redes cerradas y, en ocasiones, se usan para comprar lealtades locales, perpetuando ciclos de dependencia.
  • Frenos al desarrollo: las inversiones legítimas, tanto nacionales como extranjeras, suelen retraerse en contextos marcados por la inseguridad y la debilidad institucional. En lugar de favorecer innovación y diversificación, la economía se estanca y se apoya cada vez más en actividades extractivas y de bajo valor agregado.
  • Dependencia de economías ilegales: en algunas regiones, comunidades enteras sobreviven gracias a los ingresos del narcotráfico o de actividades ilícitas asociadas, como la minería ilegal. Esto genera una “trampa de desarrollo fallido”: el PIB puede crecer, pero lo hace de forma deformada, acompañado de corrupción, violencia y debilitamiento del Estado.
La paradoja de la seguridad: mucha retórica, pocos resultados

En las últimas décadas, varios gobiernos latinoamericanos han colocado la seguridad en el centro de su discurso político. Prometen “recuperar el orden”, aumentar patrullajes o militarizar territorios dominados por mafias. Sin embargo, estas medidas enfrentan tres problemas recurrentes:

  1. Efectos superficiales: las redadas o capturas de alto perfil pueden desarticular temporalmente a un grupo, pero no eliminan las redes políticas y económicas que sostienen la criminalidad. En poco tiempo, otro actor ocupa el espacio dejado.
  2. Reproducción de la violencia: la llamada “guerra contra las drogas” ha demostrado que la represión sin estrategias sociales y económicas produce mayor confrontación. Los carteles se fragmentan, se multiplican las disputas y la violencia se extiende a barrios y comunidades.
  3. Legitimidad en riesgo: cuando la población percibe que los operativos no reducen la inseguridad cotidiana —el asalto en el bus, la extorsión en el barrio, la amenaza al líder comunitario—, crece la desconfianza hacia el Estado. Así, la seguridad se convierte en un eslogan electoral más que en una política efectiva.

En consecuencia, pese al creciente gasto en fuerzas de seguridad, la criminalidad se adapta, encuentra nuevos nichos y refuerza su capacidad de influir tanto en la política como en la economía. Esta supuesta “focalización” deja de lado las causas estructurales: la desigualdad, la corrupción institucional y la falta de alternativas productivas.

Costa Rica rumbo a las elecciones de 2026: una discusión impostergable

Costa Rica vive hoy su peor crisis de seguridad en décadas. El número de homicidios alcanzó cifras históricas: 907 en 2023 y 880 en 2024, con una tasa de alrededor de 16,6 por cada 100 000 habitantes. Se trata de un escenario inédito para un país que durante décadas se presentó como “excepción de paz” en Centroamérica (AP, 2023).

Frente a este panorama, el Gobierno de Rodrigo Chaves ha impulsado medidas inspiradas en la mano dura salvadoreña: construcción de una prisión de máxima seguridad con asesoría de El Salvador, restricciones en visitas carcelarias y limitaciones a envíos familiares, con la intención de controlar al crimen desde el sistema penitenciario (Reuters, 2025).

No obstante, estas políticas han recibido críticas por ser más reactivas que estratégicas:

  • Se han señalado posibles violaciones a derechos humanos, falta de enfoque social y ausencia de soluciones sostenibles (Delfino, 2025).
  • Expertos advierten que la mano dura puede amplificar la violencia, fragmentar redes criminales sin desmantelarlas y desviar recursos de programas sociales esenciales (Semanario Universidad, 2024).

La seguridad, por lo tanto, aparece como el tema más sensible de cara a las elecciones de 2026. Y la ciudadanía es consciente: según encuestas de la UCR, la preocupación por la inseguridad alcanzó un 78 % en 2025, mientras que la valoración positiva del gobierno de Chaves cayó casi 10 puntos en pocos meses (UCR, 2025).

A esto se suma un riesgo adicional: la posible infiltración del crimen organizado en la política. La experiencia regional muestra cómo el narcotráfico puede financiar campañas, presionar a candidatos o intimidar a comunidades, distorsionando la transparencia democrática. En Costa Rica, editoriales de La Nación y análisis de organismos internacionales ya alertan al Tribunal Supremo de Elecciones sobre la urgencia de reforzar los controles al financiamiento electoral (La Nación, 2025).

¿Por qué es urgente retomar el debate en esta etapa electoral?
  • Legitimidad democrática: si la seguridad se aborda únicamente con mano dura, pero sin resultados duraderos, la percepción ciudadana sobre la democracia se debilita. En 2026, esto puede derivar en apoyo a figuras “fuertes” o populistas, así como en mayor abstención o cinismo político.
  • Prevención de la infiltración criminal: la falta de controles sólidos sobre el financiamiento y las candidaturas abre espacios para que actores delictivos interfieran en el proceso electoral.
  • Visión a largo plazo: el crimen organizado no se resuelve con medidas de emergencia; requiere políticas de Estado que trasciendan los ciclos electorales.
  • Ejes de campaña auténticos: abrir discusiones profundas sobre desigualdad, seguridad integral y transparencia permite que la competencia política se base en ideas y propuestas, y no únicamente en el miedo o en la represión reactiva.
Impactos en la naturaleza: la otra cara de la política criminal

El avance del crimen organizado en Costa Rica no se limita a las instituciones o a la economía: también deja una huella preocupante en la naturaleza. La expansión de las economías ilícitas, en alianza con actores políticos o autoridades locales, aprovecha territorios vulnerables para generar ganancias rápidas, sin reparar en los costos ambientales y sociales.

  • Deforestación y pérdida de biodiversidad: aunque Costa Rica se proyecta internacionalmente como un país verde, la presión de actividades ilegales en áreas protegidas es real. El cultivo de marihuana y la expansión de monocultivos vinculados a redes criminales impactan ecosistemas frágiles y amenazan especies endémicas. Comunidades rurales e indígenas han denunciado desplazamientos y amenazas por el control del territorio.

  • Contaminación de suelos y aguas: el narcotráfico y las economías ilícitas utilizan químicos y pesticidas no regulados que terminan en ríos y suelos, afectando fuentes de agua que abastecen poblaciones locales. En regiones costeras y fronterizas, los desechos de estas prácticas impactan directamente la biodiversidad marina y terrestre.

  • Pesca ilegal y contrabando en mares: organizaciones criminales aprovechan las costas —particularmente en el Caribe Sur y el Pacífico— para actividades de contrabando, pesca no regulada y como corredores de tráfico. Esto pone en riesgo especies marinas y debilita los esfuerzos de conservación que han dado prestigio internacional al país.

  • Captura de territorios: el control criminal sobre rutas, puertos y fronteras limita la capacidad del Estado de proteger reservas y parques nacionales. En lugares como la frontera norte o el Caribe, la presencia de redes ilícitas reduce la efectividad de las instituciones encargadas de la vigilancia ambiental y compromete compromisos internacionales de Costa Rica en materia climática.

En este sentido, la política criminal en Costa Rica no solo erosiona la democracia y el desarrollo económico, sino que compromete directamente la seguridad ambiental del país. En un mundo ya presionado por el cambio climático, esta dimensión es especialmente crítica: la llamada “marca verde” costarricense —pilar de su economía y reputación internacional— corre el riesgo de verse debilitada si el crimen organizado continúa ampliando su influencia en los territorios.

Algo más que elecciones

La política criminal no es solo un problema de seguridad ni un asunto reservado para las páginas policiales. Se trata de una amenaza directa a la democracia, un freno al desarrollo económico y un factor de deterioro ambiental.

En Costa Rica, las elecciones de 2026 ofrecen una oportunidad histórica para que la seguridad deje de ser un simple eslogan electoral y se convierta en un debate real sobre cómo construir instituciones sólidas, transparentes y justas.

Enfrentar este desafío exige mucho más que patrullas y cárceles: requiere fortalecer la transparencia, garantizar justicia social y ofrecer alternativas reales a las comunidades frente al poder corruptor del dinero ilícito. Solo así será posible recuperar la credibilidad democrática, proteger la naturaleza y asegurar que la ciudadanía vuelva a confiar en que su voto puede marcar la diferencia.

Referencia:

AP News. (29 diciembre 2023). Costa Rica looks to El Salvador in announcing new prison and tough-on-crime reforms. Associated Press. https://apnews.com/article/bfc7358f15589c45cb5b04ddc1db86ee

Delfino.cr. (12 junio 2025). La urgente construcción de una política criminal integral en Costa Rica. Delfino.cr. https://delfino.cr/2025/06/la-urgente-construccion-de-una-politica-criminal-integral-en-costa-rica

Feldmann, Andreas E., & Luna, Juan Pablo. (2023). Criminal politics and botched development in contemporary Latin America. Cambridge University Press.

La Nación. (20 febrero 2025). Editorial: Elecciones 2026, el alto riesgo de la infiltración del narco. La Nación. https://www.nacion.com/opinion/editorial/editorial-elecciones-2026-el-alto-riesgo-de-la/ECXU5WZBJZC7TLRYJFE57LCFGA/story

Reuters. (14 agosto 2025). Costa Rica to start building massive El Salvador-inspired prison. Reuters. https://www.reuters.com/world/americas/costa-rica-start-building-massive-el-salvador-inspired-prison-2025-08-14

Semanario Universidad. (10 mayo 2024). Costa Rica necesita una política pública específica sobre crimen organizado. Semanario Universidad. https://semanariouniversidad.com/opinion/costa-rica-necesita-una-politica-publica-especifica-sobre-crimen-organizado

Universidad de Costa Rica. (3 abril 2025). La valoración del Gobierno del presidente Chaves disminuye mientras que la preocupación por la inseguridad y la delincuencia reina en Costa Rica.https://www.ucr.ac.cr/noticias/2025/4/03/la-valoracion-del-gobierno-del-presidente-chaves-disminuye-mientras-que-la-preocupacion-por-la-inseguridad-y-la-delincuencia-reina-en-costa-rica.html

Esta nota pertenece a la propuesta “Democracia, tenemos que hablar…”, un espacio abierto para la reflexión y la crítica en tiempos de erosión democrática. En el contexto de las elecciones nacionales de 2026 en Costa Rica, esta iniciativa busca fomentar el diálogo colectivo y la reivindicación de las luchas históricas por los derechos de las personas, frente al avance del autoritarismo y el debilitamiento de los valores democráticos.

Juventud

Cocinar la vida en común: Emma Hilario y la pedagogía de los comedores populares

En los márgenes de las grandes narrativas nacionales florecen historias que sostienen la vida. Este nuevo cuaderno de la serie Cuadernos de Estudio del Observatorio de Bienes Comunes recupera la experiencia de Emma Hilario (1959-2014), mujer andina que convirtió los comedores populares en trincheras de organización, cuidado y dignidad en medio de la violencia política y la pobreza en el Perú.

Más que un relato biográfico, el cuaderno es una herramienta pedagógica y política: invita a reflexionar sobre cómo la cocina compartida y la autogestión comunitaria se convierten en prácticas de resistencia y en verdaderas escuelas de lo común, donde se aprende a sostener la vida colectivamente.

Emma Hilario: vida y legado

Emma Hilario (1959-2014) fue una mujer andina y dirigente comunitaria que dedicó su vida a los comedores populares en Lima. Como promotora y presidenta de la Comisión Nacional de Comedores Populares, defendió la autogestión y la organización como respuesta a la exclusión social. En 1991 sobrevivió a un atentado y posteriormente se exilió en Costa Rica, donde siguió vinculada a procesos de educación popular y lucha social. Su vida es un testimonio de valentía y de compromiso con el derecho a la vida digna, una historia que este cuaderno recupera como acto de memoria política.

Aportes conceptuales

El cuaderno propone una mirada que entrelaza memoria, política y vida cotidiana. Entre sus principales aportes destacan:

  • La vida cotidiana como trinchera política, donde el acto de cocinar y compartir se convierte en un ejercicio de resistencia.

  • La autogestión comunitaria como pedagogía democrática, aprendida en la práctica de sostener colectivamente la alimentación en contextos de crisis.

  • El cuidado como categoría política, que trasciende lo privado y se convierte en fundamento para la vida en común.

  • La memoria como futuro, donde recuperar la voz de Emma Hilario y de las mujeres organizadas en comedores populares permite proyectar nuevas formas de justicia y solidaridad.

Estos aportes convierten al cuaderno en una herramienta para pensar los bienes comunes desde la experiencia concreta de mujeres que hicieron de la cocina un espacio de dignidad.

Los comedores populares como espacios pedagógicos

Más allá de su función alimentaria, los comedores populares son presentados en el cuaderno como escuelas vivas de comunidad. Allí se aprende a gestionar recursos, a organizar turnos, a distribuir tareas, pero sobre todo a construir un sentido del común.

  • Son espacios de aprendizaje colectivo, donde cada decisión –desde cómo cocinar hasta cómo defender recursos– se convierte en una lección de democracia práctica.

  • Funcionan como territorios de cuidado compartido, donde la comida se entiende como vínculo y no solo como necesidad biológica.

  • Permiten reconocer el valor de lo común, ya que la olla y la mesa se sostienen gracias al aporte de todas, sin apropiaciones individuales, generando prácticas que cuestionan la lógica del mercado y la privatización.

  • Se constituyen en espacios de memoria y resistencia, porque en cada plato servido se preserva la historia de lucha de las mujeres que, frente a la pobreza y la violencia, sostuvieron la vida con dignidad

En este sentido, los comedores son pedagógicos porque enseñan a vivir juntos, a compartir y a resistir desde lo cotidiano, recordándonos que el bien común se cocina y se cuida.

Para seguir cocinando comunidad

El cuaderno no solo homenajea a Emma Hilario, sino que también invita a repensar las prácticas actuales de organización comunitaria. Reconocer a los comedores populares como espacios de pedagogía del común es un paso para comprender cómo las luchas por la vida digna se dan, muchas veces, en lo más sencillo: alrededor de una mesa compartida.

Pueden descargarlo aquí.

📖 El cuaderno completo forma parte de la serie Cuadernos de Estudio del Observatorio de Bienes Comunes.

Crédito de imagenes: Centro de la Memoria, la Tolerancia y la Inclusión Social y Somos Periodismos.

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Monitoreo ambiental: cuando la reincidencia supera a la denuncia

El ruido de los backup retumbando desde algún lote, el golpeteo metálico de las retroexcavadoras y el constante ir y venir de las vagonetas se han convertido en la banda sonora de un ciclo que parece no tener fin. Cada sonido anuncia el inicio de nuevas intervenciones en ríos, quebradas o humedales, que rápidamente derivan en denuncias comunitarias, órdenes de clausura y promesas de seguimiento institucional. Sin embargo, tras unos días de aparente pausa, las máquinas regresan y el ciclo se reinicia. Este vaivén de reincidencias termina por desgastar a quienes defienden el territorio, pues el esfuerzo por denunciar se enfrenta siempre al hartazgo, la desconfianza y la sensación de que la institucionalidad se limita a observar cómo el deterioro avanza.

La situación refleja una tensión constante: las quebradas, que deberían estar protegidas, son rellenadas o desviadas como si se tratara de lotes privados disponibles para urbanizar. Philippe lo resume con ironía:

“Aquí cualquiera con terreno debería sacar una licencia, como la de conducir, para aprender qué se puede y qué no se puede hacer. Pero no, siguen rellenando quebradas como si fueran basura”.

El monitoreo ciudadano que impulsa Philippe Vangoidsenhoven ha permitido identificar múltiples obras ilegales en el Caribe Sur de Costa Rica. A partir de denuncias, observación de campo y reportes comunitarios, se han registrado casos que evidencian un patrón repetitivo: manipulación de quebradas, rellenos irregulares y una institucionalidad incapaz de detener el avance de proyectos inmobiliarios en zonas frágiles.

  1. Un relleno que destruyó la quebrada en Playa Negra

En Playa Negra, una zona cada vez más presionada por el desarrollo inmobiliario, se presentó uno de los casos más visibles. Todo comenzó con la alteración de una quebrada para dar paso a un proyecto habitacional. Con maquinaria pesada, los responsables desviaron el cauce de un arroyo, abriendo un “canal” en línea recta, y levantaron un relleno que redujo drásticamente la capacidad de absorción del terreno.

Philippe expresa su impotencia ante la intensidad de los nuevos casos que siguen apareciendo; este en particular representa otra decepción:

“Es triste ver cómo convierten un arroyo en un basurero. Tiraron tierra, cemento, lo que encontraron. Y uno se pregunta: ¿dónde está la protección que tanto dicen que existe?”.

El impacto ambiental fue inmediato: pérdida de cobertura boscosa, disminución del caudal y afectación de la vida silvestre que depende de estas fuentes de agua. Aunque se  presente la denuncia, la recuperación del ecosistema es lenta.

Por ahora solo existe la denuncia presentada, lo que significa que el material de alcantarillado apilado en el sitio sigue a la espera de ser instalado, con lo cual la quebrada terminaría sepultada bajo el relleno.

  1. Clausuras municipales incumplidas en Playa Negra, camino a Hone Creek

Otro caso, que ya había sido documentado, volvió a evidenciar las contradicciones de la gestión ambiental. En Playa Negra, un terreno fue clausurado hasta seis veces por la Municipalidad debido a construcciones ilegales. Sin embargo, después de cada sello, las obras continuaron como si nada hubiera ocurrido.

Philippe explica con frustración lo que esto significa:

“La municipalidad clausura, ellos siguen construyendo. Clausuran de nuevo, siguen construyendo otra vez. ¿Qué estamos haciendo? En un país serio, cuando alguien no respeta los sellos, hasta ahí llegó todo, nunca más tendrían permisos”.

La contradicción se vuelve aún más evidente cuando Philippe contrasta su experiencia personal: él fue llevado a los tribunales y se le impuso una medida por una situación menor, mientras que los responsables de violar repetidamente los sellos municipales continúan en completa impunidad.

Este doble rasero, afirma, desgasta a las comunidades que defienden los bienes comunes:

“A mí me llevaron hasta los juzgados, pero al que rompe los sellos una y otra vez, nada le pasa. Esa es la diferencia de cómo aplican la ley”.

  1. Playa Negra: una denuncia que vuelve a cobrar fuerza*

El tercer caso también se ubica en Playa Negra, donde desde hace años Philippe viene denunciando la presión inmobiliaria que no da tregua. Esta vez no es la excepción: se presenta una nueva alteración de un humedal cercano a la zona costera. Se trata de un relleno con fines inmobiliarios que modificó de manera radical la dinámica hídrica del sitio.

El tiempo pasa, pero el problema persiste. Recientemente, vecinos alertaron sobre una nueva intervención. Gracias a esas denuncias, Philippe acudió nuevamente al lugar y documentó con fotografías y testimonios las obras presuntamente ilegales. A pesar de este esfuerzo, persiste una sensación de impotencia:

“Es el mismo cuento de siempre: uno denuncia, pasan los años, archivan papeles y mientras tanto los rellenos siguen creciendo. ¿De qué sirve denunciar si las instituciones no actúan con firmeza?”.

Estos casos en Playa Negra representan solo una pequeña parte del gran cambio que experimenta el Caribe Sur al margen de toda legalidad. Los registros de denuncias de años atrás son evidencia del abandono institucional, mostrando que, sin seguimiento, las denuncias se convierten en simples trámites burocráticos.

Un patrón preocupante

Los tres casos revelan un mismo patrón: quebradas y riachuelos manipulados para urbanizar, rellenos ilegales y una institucionalidad débil que permite la repetición de los hechos.

El monitoreo de Philippe no ocurre en solitario: depende de una red de vecinos y vecinas que lo alertan cuando detectan maquinaria o tala en terrenos sensibles. Gracias a estas alertas, se logra documentar con precisión una problemática que, lejos de detenerse, se repite con cada nuevo proyecto inmobiliario.

La reflexión final de Philippe es tan cruda como certera:

“En Costa Rica, si de verdad uno quiere proteger el ambiente, denunciando de frente, lo mandan al hospital o al cementerio. Así de sencillo”.

Reincidencia y desprecio por la normativa

Los casos documentados no son hechos aislados, sino la manifestación de una práctica recurrente en el Caribe Sur: frenar las obras ilegales no significa detenerlas, sino apenas interrumpirlas. Los responsables suelen esperar unos días después de una clausura o paralización para retomar la maquinaria, como si la normativa ambiental fuera un obstáculo temporal y no una obligación vinculante.

Esta dinámica envía un mensaje peligroso: la ley se convierte en un trámite burocrático que se puede evadir con paciencia, hasta que las autoridades pierden interés o los expedientes se acumulan sin resolución. Lejos de garantizar la protección de los ecosistemas, la institucionalidad termina validando un ciclo de ilegalidad normalizada.

El desprecio por las reglas es también una muestra del poder económico detrás de estos proyectos. Los desarrolladores saben que cuentan con la capacidad de resistir sanciones y prolongar las obras hasta hacerlas irreversibles. Una vez que la quebrada se rellena o el humedal se drena, la recuperación ambiental se vuelve casi imposible, y las sanciones llegan demasiado tarde para reparar el daño.

Philippe lo sintetiza en una frase:

“Ellos sólo esperan que pase el tiempo para volver a meter máquinas. Saben que aquí el que insiste gana, porque las instituciones se cansan antes que ellos”.

En este contexto, la reincidencia deja de ser una anomalía y se convierte en la estrategia principal para avanzar proyectos inmobiliarios en zonas ambientalmente frágiles.

*Evidencias históricas de un humedal en riesgo – 27 de agosto del 2010

Hace algunos años, Philippe presentó una denuncia formal por la alteración de un humedal en Playa Negra, donde un relleno con fines inmobiliarios había modificado de manera significativa la dinámica hídrica. Ponemos a disposición las evidencias fotográficas recopiladas en aquel momento para contextualizar la persistencia de estas intervenciones ilegales, que hoy vuelven a cobrar relevancia ante nuevas alertas vecinales. Este historial evidencia que, sin un seguimiento institucional adecuado, las denuncias tienden a quedar como simples trámites burocráticos, mientras los impactos sobre el humedal continúan acumulándose.

80 porciento

Manual exprés: demandar, embargar y llamar a eso “conciliación”

Una historia que solo existe en la imaginación

Esta es una historia ficticia. No ocurre en Costa Rica —un país donde todas las voces son escuchadas, nadie recibe embargos por opinar y las grandes empresas jamás usarían su poder para disciplinar a quienes critican. Si usted encuentra coincidencias con la realidad, es culpa de su imaginación, que insiste en ver patrones donde no los hay.

El expediente #6548793

En esta historia, el Proyecto Innombrable, ese que ocupa varias fincas públicas en cierta playa cuyo nombre ya no podemos decir, decidió dar por concluido su enfrentamiento judicial con un par de comunicadores que osaron mencionarlo en redes sociales. ¿Cómo terminó el conflicto? Con un “acuerdo de conciliación” que, según se dijo, fue fruto del diálogo responsable y del respeto mutuo.

El expediente #6548793 se cerró con un comunicado donde los comunicadores reconocieron que parte de la información compartida provenía de terceros o de búsquedas no verificadas. A cambio, la empresa reiteró que su megaproyecto sigue adelante “bajo estricto cumplimiento de la normativa ambiental y en beneficio de las comunidades”. Todos sonrientes para la foto, todos de acuerdo en que la libertad de expresión es fundamental, siempre que se ejerza con responsabilidad.

La paradoja es que este “diálogo” no empezó con una mesa redonda ni con una invitación a conversar. Empezó con una demanda, la amenaza de un embargo y la posibilidad real de perder los recursos para vivir. En esas condiciones, cualquier “consenso” se parece más a una negociación con la espada sobre la cabeza que a un verdadero ejercicio democrático.

Así, el Innombrable enseña una lección curiosa: que el silencio o la rectificación se pueden conseguir sin necesidad de ganar un juicio. Basta con recordar a las personas defensoras ambientales lo vulnerables que son cuando enfrente tienen a un adversario con muchos ceros en su cuenta.

El caso #6548793 —imaginario, por supuesto— deja planteada la pregunta incómoda: ¿qué significa diálogo cuando una de las partes llega con bufetes, demandas y embargos, y la otra solo con su voz?

El Innombrable y la paradoja del honor ambiental

En esta historia ficticia, el Innombrable insiste en presentarse como víctima: un proyecto con el honor herido por publicaciones en redes sociales. En su narrativa, lo que está en juego no son los impactos ambientales ni el cuestionamiento ciudadano, sino la “reputación” corporativa.

Lo curioso es que, al mismo tiempo, el Innombrable se envuelve en un discurso de compromiso con la sostenibilidad: habla de equilibrio con la naturaleza, de respeto a la normativa, de beneficios para las comunidades. Se proclama defensor del mismo ambiente que, en la práctica, se ve amenazado por el modelo de desarrollo que impulsa.

Esa dualidad es la esencia de la hipocresía corporativa: victimizarse ante la crítica, pero blindarse tras un relato “verde” que no admite cuestionamientos. Así, cualquier voz disonante no es una contribución al debate democrático, sino un “ataque” al buen nombre. Y cualquier demanda no se presenta como censura, sino como una defensa legítima del honor.

El resultado es un paisaje extraño donde quien concentra el poder económico se viste de vulnerable, y quienes defienden los bienes comunes aparecen como agresores.

Escazú pa’ cuándo

En esta historia ficticia hay un ingrediente ausente que lo cambia todo: el Acuerdo de Escazú. Ese tratado regional que protege a las personas defensoras ambientales, garantiza el acceso a la información y fortalece la participación pública.

Si Costa Rica lo hubiera ratificado, el expediente #6548793 tendría otra dinámica. Las defensoras y defensores contarían con un marco claro para evitar que demandas desproporcionadas se utilicen como herramienta de censura. Habría mecanismos para prevenir que el miedo a un embargo se convierta en el precio de ejercer la palabra.

Pero aquí seguimos, preguntándonos como si cantáramos un coro prestado de JLo: “¿Escazú pa’ cuándo?”. Porque mientras el tratado duerme en la Asamblea Legislativa, los megaproyectos avanzan y las voces críticas enfrentan un desbalance evidente en cada mesa de negociación.

Ratificar Escazú no resolvería todos los conflictos, pero sí nivelaría el terreno de juego. Haría menos probable que la conciliación naciera de la amenaza y más de un verdadero diálogo entre partes en igualdad de condiciones.

El arte del apadrinamiento técnico

El Innombrable no camina solo. Tiene padrinos. Y no cualquiera: ministerios, oficinas jurídicas y hasta instancias de comercio exterior que, curiosamente, encuentran tiempo para preguntar si acaso la ley del polo turístico tiene más peso que la protección del bosque. Una consulta “técnica”, dicen.

Lo que siguió fue aún más revelador: la asesoría jurídica del MINAMBI adelantó criterio sobre un expediente que debería ser resuelto con independencia por la SETAE. En otras palabras, el árbitro fue advertido sobre cómo debería pitar el partido… antes de que la jugada llegara a su área.

Así, lo que debería ser un debate técnico sobre impacto ambiental se convirtió en un ejercicio de alineamiento político. La propuesta de resolución que circula en la SETAE parece escrita con la pluma del Innombrable y sus aliados: cerrar filas para declarar que no hay problema, que el bosque puede esperar, que la normativa ambiental se acomoda si la ley turística lo pide.

Este tipo de movimientos son el corazón del apadrinamiento político disfrazado de técnica. No es que las instituciones fallen por incapacidad: fallan porque se acomodan, porque el poder económico no llega solo, sino acompañado de criterios jurídicos “superiores” y consultas “inoportunamente oportunas”.

En este teatro, el Innombrable ya no necesita solo de demandas para callar voces. Ahora cuenta con el Estado mismo, dispuesto a vestir de tecnicismo lo que es, en esencia, un acto de subordinación política al capital turístico.

Y mientras tanto, el bosque, el manglar y el patrimonio natural del Estado quedan atrapados en el juego de poder donde lo jurídico se usa como disfraz y lo técnico como excusa.

El honor verde: un greenwashing de alto nivel

En esta historia ficticia, el Innombrable no solo logra presentarse como víctima de un honor herido, sino que además convierte la conciliación en un espectáculo de sostenibilidad corporativa. La narrativa es impecable: se habla de respeto, diálogo, responsabilidad y compromiso ambiental, mientras por debajo se mantiene intacto el desequilibrio de poder que dio origen a todo el conflicto.

Lo que debería ser un debate abierto sobre los impactos de un megaproyecto se traduce en una operación de imagen: las críticas desaparecen, el consenso se firma y el Innombrable queda vestido de verde esperanza. Es un greenwashing que no necesita campañas publicitarias, porque se legitima con el sello de una conciliación judicial.

Este es otro nivel difícil de superar: convertir un proceso desigual, marcado por embargos y amenazas legales, en una vitrina para reforzar credenciales ambientales. Es la paradoja perfecta: usar la libertad de expresión para celebrar un acuerdo que nació de intentar restringirla.

Defender lo común —aunque sea con palabras— no debería acabar en conciliaciones condicionadas ni en silencios forzados. Pero ya sabemos, todo esto es pura ficción.

¿Te imaginás si esta historia ficticia fuera real?
Nosotrxs sí.

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Educación en Costa Rica: un bien común en riesgo (porque “no me dio la gana publicarla”)

Un derecho en retroceso

El Décimo Informe Estado de la Educación 2025 (CONARE) alerta sobre una crisis profunda en el sistema educativo nacional. Lo que por décadas se construyó como un bien común social —una educación pública amplia, gratuita y promotora de igualdad— se ve hoy vulnerado por malas decisiones políticas, desfinanciamiento y una conducción errática. El país enfrenta el peor retroceso en inversión educativa de los últimos 40 años, acompañado de rezagos en aprendizajes, inequidades crecientes y debilitamiento institucional.

La política dominante: el ajuste fiscal por encima del derecho

La caracterización que realiza el Informe es clara: la política educativa reciente ha estado subordinada a la lógica del ajuste fiscal. La educación se ha tratado como una variable de recorte, en lugar de un motor estratégico de desarrollo. Esto se expresa en:

  1. Presupuesto del MEP ajustado por debajo de la regla fiscal.
  2. Inversión universitaria por estudiante similar a la de hace dos décadas.
  3. Eliminación de programas de equidad y debilitamiento de apoyos a poblaciones vulnerables.
  4. Reducción en la rectoría técnica e improvisación en políticas educativas.

Este enfoque convierte a la educación en un “gasto” a contener y no en un bien público que sostiene ciudadanía, cohesión social y democracia.

La ironía de la “Ruta de la Educación”: ¿plan o capricho?

Como si la crisis no bastara, Costa Rica vivió en 2025 una escena digna de tragicomedia política. La entonces ministra de Educación, Anna Katharina Müller, no solo dejó inconclusa la supuesta “Ruta de la Educación” que el gobierno Chaves anunció con bombos y platillos en 2023: en una plaza pública declaró con aplomo que “no me dio la gana publicarla” para que no se la “despedazaran” los diputados (Chinchilla, 2025).

Con esa frase lapidaria, la educación nacional pasó de ser asunto de políticas públicas a convertirse en expresión de un estado de ánimo ministerial. Lo que en otros países se elabora con indicadores, líneas base, planes de trabajo y participación ciudadana, en Costa Rica terminó reducido a la voluntad —o el desgano— de una funcionaria que prefirió la ovación de plaza antes que la transparencia institucional (Müller, 2025).

La historia posterior no fue menos grotesca: el MEP admitió que el nuevo ministro Leonardo Sánchez, quien además fue viceministro durante la gestación de la supuesta ruta, no recibió ningún documento oficial. Lo que hubo fueron diapositivas sueltas, conferencias de prensa y promesas que nunca se concretaron en una política verificable (Bolaños, 2025). En síntesis: la “Ruta de la Educación” existió en la narrativa, pero no en la realidad.

Este episodio refleja, con tintes satíricos, lo que el Estado de la Educación ya advertía con datos duros: la improvisación en la conducción educativa y la pérdida de la rectoría técnica del MEP. Si el país había carecido de plan ministerial durante tres años, la confesión de la exjerarca terminó de desnudar el problema: Costa Rica atravesó una crisis educativa monumental sin brújula y sin hoja de ruta.

Las declaraciones de la exministra Anna Katharina Müller —al decir que “no me dio la gana publicar” la Ruta de la Educación— no son un gesto aislado, sino reflejo de una crisis estructural. El Décimo Estado de la Educación 2025 confirma que el MEP operó tres años sin plan ministerial, lo que dejó al sistema sin rumbo y profundizó el deterioro institucional.

El informe evidencia la improvisación y el vaciamiento técnico: recortes en programas de equidad, ausencia de evaluaciones y debilitamiento de la rectoría educativa. Todo esto se traduce en rezagos de aprendizajes, brechas crecientes y erosión de la cultura democrática.

Cuando una política nacional depende de un “no me dio la gana”, lo que se revela es un Estado atrapado entre ajuste fiscal e improvisación, donde la educación deja de ser bien común y derecho democrático para convertirse en víctima de los humores del poder.

Educación básica: sin rumbo y con rezagos

En la educación preescolar y primaria, el informe subraya la ausencia de un plan ministerial durante tres años, lo que dejó a las aulas sin norte. La pobreza de evaluaciones y la falta de estrategias de nivelación acentuaron el rezago estudiantil. Niñas y niños salen de primaria sin las competencias mínimas de lectura y matemáticas, lo que compromete su trayectoria futura.

Educación secundaria: desigualdades que se profundizan

La secundaria enfrenta los mayores niveles de exclusión y desigualdad. Modalidades rurales, colegios técnicos y comunidades indígenas operan en condiciones adversas que perpetúan brechas históricas. La promoción de estudiantes aumentó, pero sin controles de calidad, lo que genera un “éxito vacío”: más títulos, pero menos aprendizajes. A la par, se eliminó el Programa de Afectividad y Sexualidad Integral, vulnerando el derecho a una formación integral.

Educación universitaria: conflictos y estancamiento

El nivel universitario tampoco escapa a la crisis. La inversión por estudiante volvió a niveles de hace veinte años y el Fondo Especial para la Educación Superior (FEES) crece por debajo de lo necesario. Las universidades públicas enfrentan nuevos conflictos políticos y recortes, mientras las privadas carecen de adecuada fiscalización. A pesar de que las universidades ampliaron la cobertura y aportaron en investigación y acción social, el país no aprovecha plenamente el “bono de secundaria” y pierde la oportunidad de elevar el logro educativo universitario.

Educación para la democracia: más allá de lo instrumental

El Informe advierte que reducir la educación a un enfoque meramente instrumental —centrado en certificaciones, pruebas y “eficiencia” fiscal— significa perder de vista su valor más profundo: formar ciudadanía democrática y garantizar igualdad de condiciones para participar en la vida social.

Una educación democrática no se limita a transmitir contenidos académicos, sino que cultiva pensamiento crítico, respeto a la diversidad, capacidades de diálogo y sentido de pertenencia comunitaria. Programas debilitados o eliminados —como los de equidad, afectividad, sexualidad o inclusión digital— eran parte de este esfuerzo de formación integral. Su ausencia deja un vacío que impacta no solo en los aprendizajes, sino en la posibilidad de que las nuevas generaciones ejerzan plenamente su ciudadanía.

Algunos puntos clave señalados por el Informe:

  • Retroceso en la democratización social: las brechas en acceso, aprendizajes y trayectorias educativas muestran que la educación ya no garantiza igualdad de oportunidades. Los sectores más pobres, las zonas rurales y los pueblos indígenas son los más afectados.

  • Déficit en la democratización cultural y política: la eliminación de programas como el de Afectividad y Sexualidad Integral refleja un retroceso en la posibilidad de garantizar formación en derechos humanos, convivencia y respeto a la diversidad.

  • Universidades y democracia: el informe reconoce a las universidades públicas como espacios de democratización del conocimiento, pero advierte que los recortes presupuestarios y la presión política limitan su capacidad de cumplir ese rol.

  • La educación como soporte democrático: al debilitarse la educación pública, también se erosiona la cohesión social y la participación ciudadana, pues disminuye la posibilidad de formar sujetos críticos y con igualdad de condiciones para incidir en la vida nacional.

Reconstruir el pacto educativo

El informe concluye que es posible salir de esta crisis con una nueva generación de políticas educativas, fundamentadas en evidencia científica y en un acuerdo nacional que devuelva a la educación su carácter de bien común. Entre las propuestas están: regresar al 8% del PIB en inversión, crear un sistema integral de evaluación, fortalecer la formación docente y articular redes locales de apoyo a los centros educativos.

En resumen, la educación costarricense atraviesa una encrucijada: seguir bajo la lógica del ajuste fiscal y la improvisación —donde la “Ruta de la Educación” puede depender de la gana o desgana de un jerarca—, o recuperar su papel como herramienta de equidad, democracia y desarrollo humano.

Referencias

Puede descargar la infografía aquí.

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Costa Rica verde para afuera, desigual por dentro: el caso Ostional y las contradicciones de la conservación

El Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional (RNVSO), en Nicoya, Guanacaste, es reconocido mundialmente como un sitio clave para la anidación de la tortuga lora. Costa Rica lo exhibe como ejemplo de su liderazgo ambiental. Sin embargo, detrás de esta vitrina verde se esconde una realidad mucho más contradictoria: la conservación como excusa para desplazar a comunidades locales, mientras las mansiones de lujo crecen sin obstáculos a la orilla del mar.

La reciente resolución del Área de Conservación Tempisque (ACT) expone la compleja situación jurídica del refugio. Por mandato de la Sala Constitucional desde 2009, se deben desalojar ocupaciones consideradas “ilegales”, salvo casos previos a la creación del refugio en 1983 o proyectos de investigación y ecoturismo. El documento reconoce la existencia de 198 personas físicas y 190 jurídicas ocupando “de manera precaria” los terrenos, y admite que la ausencia de un plan de manejo ha dejado la gobernanza en un limbo jurídico. Documentos consultados:

Carta-SINAC-ACT-OR-DT-656-2025

Área identificadas como potenciales para compensación proyecto de ley

La dureza de la ley para los débiles

El testimonio de doña Heidy Villegas habitante de Playa Pelada sintetiza la dureza del Estado para quienes menos tienen:

“El MINAE me denunció por usurpación, cosa que no era cierto. Perdí el juicio por un mal abogado y me ordenaron cárcel, demolición de mi casa y mi propiedad en un mes. Mientras tanto, a 50 metros de la playa, una propiedad lujosa se remodela con maquinaria pesada, sin sanción alguna. La ley no se aplica igual: para los ticos hay demolición, para los extranjeros hay permisos y silencio.”

Aquí la premura en la ejecución de la ley se vuelve evidente. Los plazos son draconianos: un mes para demoler una casa familiar, un año de cárcel, tres de probatoria, sin siquiera otorgar medidas cautelares mientras se revisa el proceso. El aparato judicial y administrativo actúa con contundencia sobre las familias locales, ejecutando fallos sin contemplar la viabilidad humana, económica o social de esas decisiones.

La lentitud (y complicidad) con los poderosos

En contraste, las construcciones de lujo en la misma franja costera parecen vivir en otra dimensión legal. La resolución misma lo admite: existen propiedades privadas inscritas dentro del refugio, algunas con títulos cuestionables, que deberían ser revisadas o incluso adquiridas por el Estado. Sin embargo, esos procesos se alargan durante años bajo la excusa de su “complejidad jurídica”.

Mientras tanto, proyectos inmobiliarios de alto nivel continúan avanzando: remodelaciones con maquinaria pesada, publicidad turística que ofrece “exclusividad frente a la playa” y hasta la instalación de infraestructura en áreas de manglar. Aquí la lentitud casi omisiva del Estado contrasta con la rapidez de las órdenes de desalojo a familias humildes.

El documento oficial plantea incluso escenarios de “compensación ambiental”, donde se excluirían propiedades privadas del refugio para regularizarlas. En la práctica, esto significaría legalizar lo que en otros casos es considerado “usurpación” cuando lo realiza un campesino o pescador local.

El borrado de las trayectorias comunitarias

Uno de los aspectos más graves es cómo la aplicación de la ley desconoce la historia y los derechos de las personas que han vivido en estas comunidades desde mucho antes de la declaratoria del refugio.

Quienes crecieron, trabajaron y construyeron sus hogares en estas playas hoy son tratados como “ocupantes precarios”, una categoría administrativa que borra sus trayectorias familiares y comunitarias. Sus vínculos con la tierra —basados en la pesca, la agricultura de subsistencia o el arraigo comunitario— quedan invisibilizados por un lenguaje técnico que los reduce a “problemas de tenencia de la tierra”.

La resolución del ACT reconoce, casi de forma marginal, que “la prioridad número uno es el uso habitacional de las familias que han vivido por años en las ocupaciones que ahí existen”. Sin embargo, en la práctica este principio rara vez se traduce en protección efectiva. La ley y las resoluciones judiciales ignoran las trayectorias vitales de estas comunidades, imponiéndoles un régimen de desalojo mientras, paradójicamente, se tolera la permanencia de inversiones extranjeras de alto nivel.

Este borrado de la memoria comunitaria también tiene implicaciones culturales: se niega el derecho a habitar el territorio, a mantener prácticas tradicionales de relación con el mar y la tierra, y a construir futuro en el mismo lugar donde generaciones anteriores ya lo habían hecho. Se trata de un despojo no solo físico, sino también histórico y simbólico.

Desigualdad socioambiental estructural

El problema no es solo jurídico, sino estructural:

  • Las comunidades locales cargan con el peso de una legislación que las ve como “ocupantes precarios”.

  • Los proyectos de lujo, en cambio, son tolerados o incluso integrados en la discusión como “propiedades debidamente inscritas”.

  • La conservación se convierte en un lenguaje de legitimación: proteger tortugas y manglares se usa como argumento, pero la aplicación es selectiva según quién ocupe el territorio.

En síntesis, se configura una doble vara ambiental: la conservación se aplica como castigo a los más vulnerables y como oportunidad de negocio para los sectores con recursos económicos y conexiones políticas.

Una Costa Rica partida en dos

El caso Ostional refleja un país partido en dos: la Costa Rica verde para afuera, con campañas internacionales que promocionan su compromiso con la biodiversidad, y la Costa Rica desigual por dentro, donde las comunidades costeras viven bajo la amenaza constante del desalojo, mientras las inversiones inmobiliarias extranjeras encuentran grietas legales y complicidad institucional para seguir expandiéndose.

La pregunta que queda abierta es: ¿será capaz el país de construir un marco jurídico y político que realmente equilibre la protección de la naturaleza con la justicia social? O seguiremos viendo cómo la “conservación modelo” encubre, una y otra vez, desigualdades socioambientales que dejan a las comunidades locales sin casa, sin derechos y sin futuro.

El caso de Heidy Villegas en Playa Pelada

Heidy Villegas, vecina de Playa Pelada en Nosara de Nicoya, Guanacaste, ha denunciado públicamente la inminente demolición de su casa, programada para el próximo 7 de septiembre. Su caso expone la compleja y desigual aplicación de la ley en el Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional.

Villegas asegura haber sido acusada falsamente de usurpación por funcionarios del MINAE, pese a contar con plano, permisos de construcción, avales de SETENA y de la Municipalidad. La ampliación de su vivienda a tres habitaciones, realizada para sus hijas, fue el detonante del proceso que terminó con una condena de un año de prisión, tres de probatoria y la orden de demoler su hogar.

En su testimonio, relata cómo fue víctima de la ineficiencia y corrupción de abogados que la dejaron en estado de indefensión en el juicio inicial y en la apelación posterior. Aunque aportó pruebas —incluida una carta del MINAE que habilitaba a pobladores a obtener servicios básicos si cumplían requisitos—, estas no fueron consideradas de manera adecuada en los procesos judiciales.

Lo que para ella es más doloroso es la doble vara con que se aplica la ley. Mientras a los costarricenses como ella se les exige demoler sus casas, en la misma zona florecen hoteles, restaurantes y mansiones de lujo que operan en condiciones similares, e incluso más invasivas, sin enfrentar consecuencias legales.

Su voz refleja la angustia y la urgencia:

“Tengo una demolición programada para el 7 de septiembre. No sé si podré detenerla antes de que ocurra. Tal vez luego reconozcan que la propiedad era mía, pero ya la casa estaría destruida. ¿Por qué la ley no es pareja?”.

El conflicto se arrastra desde 2017, cuando un tribunal resolvió que debía abandonar y demoler la casa. Tras varios años de trámites y apelaciones, el reloj ahora corre en su contra. Heidy sigue buscando apoyo legal y comunitario para frenar lo que describe como la injusticia más grande de su vida.

La Municipalidad de Nicoya fue consultada sobre este caso, pero al cierre de la nota no había dado respuesta.

La paradoja de Ostional

La contradicción alcanza niveles grotescos. Mientras familias locales enfrentan juicios, cárcel y órdenes de demolición por vivir en el refugio, en el mismo sitio circula la venta de huevos de tortuga al margen de toda normativa. Lo que debería ser estrictamente regulado para garantizar la conservación de la especie, se convierte en un negocio paralelo que ocurre con la vista gorda de las autoridades.

Así, la conservación en Ostional aparece como un campo de desigualdad: la vivienda campesina se castiga con dureza, mientras el mercado ilegal de huevos de tortuga y el lujo turístico se mueven con impunidad.

El capital, no la nacionalidad, marca la diferencia: la verdadera frontera es entre capital y comunidades

El caso de Ostional no debe leerse como una simple disputa entre costarricenses y foráneos. Lo que está en juego es mucho más profundo: la capacidad del capital —sin importar la nacionalidad de quien lo detente— para adecuar las normas a su conveniencia.

En estos procesos conviven tanto extranjeros como nacionales que, al contar con recursos, contactos o influencia, logran legitimar sus proyectos, regularizar propiedades cuestionables o mantener construcciones dentro de un refugio. Esta dinámica no sería posible sin la complicidad o la omisión de funcionarios nacionales dispuestos a flexibilizar, reinterpretar o incluso ignorar las propias reglas del Estado.

La verdadera línea divisoria no es el pasaporte, sino la asimetría entre quienes tienen la posibilidad de torcer o demorar la aplicación de la norma —con la venia de autoridades públicas—, y quienes deben acatarla de inmediato, aun cuando eso signifique perder su hogar, su historia y su futuro.

Ostional revela así una contradicción central de la Costa Rica contemporánea: un país que se enorgullece de su modelo de conservación, pero donde las reglas se flexibilizan para el capital y se endurecen para las comunidades que históricamente han habitado estos territorios.

¿De qué hablamos? Memoria borrada: las comunidades antes del refugio

El relato oficial del Estado insiste en que quienes hoy habitan dentro del Refugio Nacional de Vida Silvestre Ostional son “ocupantes precarios”. Sin embargo, la historia local cuenta otra versión.

Desde las décadas de 1960 y 1970, familias campesinas y pescadoras se asentaron en la zona, mucho antes de que en 1982 se declarara el refugio. Estos hogares no llegaron como invasores: construyeron sus casas con materiales de la zona, practicaron la pesca artesanal, cultivaron en pequeñas parcelas y mantuvieron una relación cotidiana con las playas y los manglares. Las comunidades de Ostional, Nosara y Guiones tenían escuelas, comités comunales y redes de cooperación mucho antes de que existiera la categoría legal de “área silvestre protegida”.

Cuando en 1983 la Ley de Fauna Silvestre ratificó la creación del refugio, la vida de estas familias cambió sin que mediara un proceso de consulta ni compensación. Su presencia histórica quedó reducida a la invisibilidad. Desde entonces, cualquier mejora en sus viviendas, cualquier intento de ampliar un rancho o de consolidar una propiedad, ha sido interpretado como “usurpación”.

El resultado es un borrado de memoria: las trayectorias familiares que fundaron la vida comunal en Ostional han sido anuladas por un lenguaje jurídico que las coloca al margen de la legalidad. Se desconoce que ellas mismas fueron las primeras guardianas del territorio, mucho antes de que el Estado apareciera con su marco de conservación.

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Del turismo al extractivismo: el Río Frío entre la belleza y la cantera

Guatuso se ha posicionado en la última década como un destino de gran atractivo turístico. Lugares como el Río Celeste en el Parque Nacional Volcán Tenorio, el emblemático Árbol de la Paz y el territorio indígena Maleku han sido presentados como símbolos de biodiversidad, cultura viva y belleza escénica. En esa misma línea, el Río Frío aparecía como un bien natural clave para fortalecer el turismo rural comunitario y articular experiencias de naturaleza y cultura. Sin embargo, como se mostrará en este artículo, la política actual del cantón amenaza con borrar ese potencial: el Río Frío se encuentra hoy bajo la presión de la minería no metálica, una actividad que destruye su belleza y pone en riesgo la vida comunitaria que lo rodea.

Durante años, el Río Frío en Guatuso fue imaginado como un eje de desarrollo turístico comunitario. Investigaciones académicas y planes institucionales lo presentaban como un territorio con potencial para la recreación, la navegación hacia Caño Negro, la conexión con la cultura Maleku y la promoción del turismo rural (Zumbado-Morales & Mesén-Leal, 2018). Sin embargo, ese futuro hoy parece desdibujarse bajo el ruido de las máquinas y la huella de la minería no metálica (Observatorio Bienes Comunes UCR, 2025a).

La contradicción es evidente: mientras desde el discurso oficial se insistía en la importancia de gestionar la cuenca de forma integral para impulsar un turismo sostenible (Zumbado-Morales & Mesén-Leal, 2018), la práctica ha derivado en la concesión de permisos para extraer materiales directamente del cauce. Lo que antes eran isletas llenas de árboles centenarios, aves y espacios de pesca, ahora se transforma en paredones erosionados, aguas turbias y caminos comunitarios convertidos en rutas para vagonetas (Observatorio Bienes Comunes UCR, 2025b). Ya es evidente, incluso para quienes viven a orillas del río, cómo la pendiente del cauce se ha incrementado y con ello la fuerza de las aguas, aumentando el riesgo de inundaciones.

Este modelo de “desarrollo” no solo degrada el ecosistema: también desconoce y margina a las comunidades locales. Los estudios ambientales aplicados a las concesiones relegaron la consulta a sectores distintos, dejando por fuera a las personas de Maquengal, quienes reciben el impacto directo del polvo, el ruido, la alteración del cauce y la amenaza a sus fuentes de agua (Observatorio Bienes Comunes UCR, 2025a). La consulta se convirtió en trámite, no en un proceso de participación real y protagónica.

La oportunidad que se perdió

Lo que se pierde no es únicamente un paisaje atractivo, sino la oportunidad de consolidar un turismo de río donde ya se practicaban actividades como tubing y kayak. Se pierden ingresos familiares, posibilidades de empleo en proyectos de turismo rural comunitario y, con ello, un camino alternativo de desarrollo que buscaba armonizar la economía con el respeto al territorio. Como bien señalan habitantes de la zona: “¿Quién va a querer visitar un lugar donde lo que se oye es maquinaria y lo que se ve es un río herido?” (Observatorio Bienes Comunes UCR, 2025a).

La imagen verde de Guatuso atrajo durante años a visitantes internacionales interesados en el turismo de naturaleza y cultura. El Río Frío aparecía como un lugar privilegiado para la recreación, la pesca, la navegación hacia Caño Negro y el encuentro con la cultura Maleku. Sin embargo, esa promesa se fue desvaneciendo. Hoy quienes regresan al lugar no encuentran el río sereno que esperaban, sino un paisaje herido: árboles arrastrados por inundaciones, aguas turbias, pozas secas y peces ausentes. La oportunidad de construir un turismo rural comunitario fuerte y sostenible se perdió bajo el ruido de la maquinaria y la extracción de materiales. Como advirtieron visitantes extranjeros: “Los animales y plantas no tienen voz, pero sus desapariciones son silenciosas y permanentes”.

Testimonios que hablan del río

Las voces de la comunidad y de visitantes internacionales dan cuenta del profundo impacto que deja la minería en el Río Frío. Desde Europa llegan advertencias:

“Casi todos los ríos se abrieron al uso comercial. ¡La contaminación y la explotación se llevaron al máximo! La flora y fauna fueron desplazadas y los suelos agrícolas perdieron su fertilidad. Hoy los países europeos dependen de la importación de alimentos y muchos niños ya no saben lo que comen. Esta explotación fluvial es solo el principio. ¡Más tarde nadie recordará lo que pasó antes! ¡Es hora de actuar, mañana puede ser demasiado tarde!”

La preocupación también se refleja en la vida local:

“El daño que hace la gente sacando material de arriba es enorme: el material grande se levanta y la arena se viene para abajo, tapando todas las pozas. Los pescados ya no están, el río se seca y en las noches el agua se mantiene sucia.”

“Este era un río con guapotes, mojarras rayadas y roncadores. Hoy ya no hay nada, porque lo desviaron y le quitaron todas las vueltas. En verano se seca, cosa que nunca pasaba antes. Eso es un daño que ya difícilmente se podrá revertir.”

“Ya y usted cruza ese río Frío hacia abajo y antes era hondo. Ahora está lleno de sedimento, las pozas se secan y el agua baja turbia. Además, hubo un derrame de aceite que contaminó aún más. Antes uno iba y sacaba unas machacas; ahora no hay nada. Algo está pasando con el río y tiene que detenerse.”

“Nosotros crecimos bañándonos en este río, jugando en las pozas, pescando para la comida de la familia. Hoy llevamos a los niños y ya no encuentran nada de eso. ¿Qué futuro les dejamos si el río solo es ruido de vagonetas y agua sucia?”

“Dicen que la minería da trabajo, pero ¿a quién? Aquí la mayoría seguimos igual de pobres, pero ahora sin río, sin pesca y con miedo a que la casa se inunde cuando llueve fuerte.”

“Cada árbol que se pierde en la orilla es un recuerdo que se borra. Había ceibos enormes, donde anidaban y descansaban las garzas. Ahora lo que queda es tierra pelada y un río que corre con furia.”

“El turismo nos daba esperanza: gente que venía a conocer nuestra cultura Maleku, a caminar por el río, a escuchar nuestras historias. ¿Quién va a querer venir ahora, a ver un río destruido? Eso no es desarrollo, es retroceso.”

“La consulta que hicieron no nos tomó en cuenta. Llegaron con papeles ya listos, pero nunca preguntaron a quienes vivimos aquí al lado del río. Nos sentimos invisibles, como si nuestra voz no valiera.”

“Cuando uno ve cómo se llevan la arena y la piedra, piensa que se están llevando pedazos de nuestra vida. No es solo tierra, es la historia, la comida, el agua de nuestras familias.”

“Hemos visto cómo el agua baja con más fuerza. Antes las crecidas eran manejables, ahora cada invierno tememos que se nos meta a las casas. Es como si la naturaleza estuviera gritando que ya no aguanta más.”

“No somos enemigos del progreso, queremos trabajo y oportunidades, pero no a costa de perder el río. El progreso que nos ofrecen es pan para hoy y hambre para mañana.”

Finalmente, algunos testimonios interpelan directamente a la población de Guatuso:

“¿Qué clase de habitantes somos, que hemos entregado nuestros bienes comunes —el río, los humedales, las montañas— a piñeras, tubérculos, hoteles y extractoras? ¿Será que nos invade el temor o el amor al dinero fácil? Al paso que vamos, los atractivos turísticos de Guatuso serán apenas un recuerdo del pasado.”

“Yo pienso que la unión hace la fuerza. Tenemos que organizarnos para detener esto, porque si no lo paramos ahora, después será demasiado tarde.”

Afligidos e indignados

El dolor de la comunidad se palpa en cada relato. Una vecina describe: “Ayer fuimos y contamos los árboles. No lo pudimos marcar todos porque se nos acabó la pintura, pero llegamos a marcar 40 árboles de diferentes especies. Verlos en riesgo duele mucho”. Otro testimonio refleja la mezcla de esperanza y tristeza: “Cuando vi que salieron las máquinas me contenté, pero al ver que volvían otra vez, me puse tan triste que hasta me dieron ganas de llorar”.

La indignación también se dirige a la ineficacia institucional: “Nos sentimos como una comunidad huérfana. Las leyes de Costa Rica aquí no valen nada, parecen estar únicamente para los grandes. Ni la policía ni el OIJ llegan; las instituciones se tiran la pelota entre ellas. Un día dicen que es geología, otro que es biología o que es la Dirección de Aguas, y al final nadie responde”.

A esto se suma la preocupación por posibles irregularidades en los permisos: vecinas y vecinos señalan que se habrían concesionado propiedades privadas, como presuntamente ocurrió en una finca de Maquengal donde se mencionan tres hectáreas afectadas. “¿Cómo es posible que alguien reciba un permiso para explotar un terreno que ni siquiera es del Estado? Eso nos preocupa mucho”, advierten.

Comunidades como última defensa

El Río Frío hoy se debate entre ser un espacio de vida o un campo de extracción. En este dilema, las comunidades ribereñas han asumido el rol que las instituciones han abandonado: el de defensa del bien común. Son ellas quienes levantan la voz, documentan los daños y resisten el aislamiento social que provoca la imposición de concesiones.

La experiencia de Guatuso muestra con crudeza cómo la irresponsabilidad institucional erosiona la confianza social y normaliza la degradación ambiental.

Cuando la consulta se convierte en formalidad, la vida cotidiana de las personas que habitan el río queda invisibilizada. Y cuando se ignora esa vida, también se ignora la memoria, los vínculos y la dignidad de quienes han convivido con el río por generaciones.

Defender el Río Frío no es solo un acto de resistencia local, es una advertencia nacional. Si las instituciones no asumen en serio su responsabilidad, serán las comunidades las que, una vez más, queden como la última línea de defensa ante un modelo de desarrollo que confunde progreso con saqueo. Desde Maquengal observan con preocupación que, si esto continúa, se acerca el día de una inundación que no será fácil de superar.

Este video muestra cómo la maquinaria utilizada en la minería de río ha transformado Maquengal, un área que antes era un espacio de recreo y encuentro comunitario. Los impactos acumulados —desde la alteración del cauce, la contaminación y la pérdida de biodiversidad, hasta la desaparición de zonas seguras para el disfrute— revelan el costo social y ambiental del extractivismo en los territorios.

Referencias

Observatorio Bienes Comunes UCR. (2025a, agosto 11). Hablemos de supuestos: ¿y si un río usado para recrearse se convirtiera en una zona de extracción?. Observatorio Bienes Comunes. https://bienescomunes.fcs.ucr.ac.cr/2025/08/11/

Observatorio Bienes Comunes UCR. (2025b, agosto 7). Isletas bajo amenaza: el extractivismo arrasa con árboles centenarios en el Río Frío. Observatorio Bienes Comunes. https://bienescomunes.fcs.ucr.ac.cr/2025/08/07/

Observatorio Bienes Comunes UCR. (2025c, agosto 6). La voz del río: comunidades de Guatuso alertan sobre las nuevas amenazas al Río Frío. Observatorio Bienes Comunes. https://bienescomunes.fcs.ucr.ac.cr/2025/08/06/

Zumbado-Morales, Félix, & Mesén-Leal, Roger. (2018). Gestión de cuencas y turismo: Caso de la cuenca del Río Frío, Guatuso, Costa Rica. Economía, Sociedad y Territorio, 18(56), 141–163. https://doi.org/10.22136/est20181110

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Escazú abre camino: el reto del diálogo real en el Plan Regulador

Este martes 26 de agosto, el Concejo Municipal de Escazú confirmó el acuerdo alcanzado tras semanas de movilización ciudadana: se reinstala la Comisión Especial del Plan Regulador, garantizando que la ciudadanía tenga voz en la definición de este instrumento clave para el futuro del cantón.

La decisión marca un hito en la defensa de la participación ciudadana en Escazú. Luego de intensas tensiones, denuncias públicas y vigilias en el propio Concejo, vecinas y vecinos lograron abrir nuevamente el espacio para incidir en el proceso, revirtiendo el intento de trasladar toda la responsabilidad a una oficina técnica sin representación comunitaria.

Para las comunidades, se trata de un paso fundamental: el Plan Regulador incide directamente en la vida cotidiana, desde la protección de los Cerros de Escazú y las fuentes de agua, hasta la regulación de barrios, comercios e infraestructura.

Lo que viene: selección de representantes

Con el acuerdo ya en firme, el siguiente paso será la selección de las personas representantes de la ciudadanía que integrarán la Comisión. En cada uno de los tres distritos del cantón (Escazú, San Antonio y San Rafael) se realizarán audiencias públicas para elegir a quienes representarán la voz vecinal en este proceso. Esta fase será crucial para asegurar que exista una representación legítima, diversa y comprometida con los intereses colectivos.

Un diálogo necesario: conocimiento técnico y comunitario

Más allá de la conformación, se abre ahora una discusión de fondo: ¿cómo dialogan el conocimiento técnico y el comunitario en la construcción del Plan Regulador?

Tradicionalmente, la planificación territorial se ha basado en estudios técnicos —cartografía, imágenes satelitales, censos, diagnósticos sectoriales— que, aunque necesarios, resultan insuficientes para reflejar la complejidad de la vida cotidiana en el territorio.

El Manual de Planes Reguladores como Instrumento de Ordenamiento Territorial señala que la información para estos procesos puede y debe nutrirse de múltiples fuentes: inventarios ambientales, análisis socioeconómicos, talleres participativos, consultas locales, recorridos comunitarios y observación directa del entorno.

La experiencia de vecinas y vecinos aporta elementos que ningún estudio puede reemplazar: la memoria de inundaciones y deslizamientos, la relación con las quebradas y nacientes, el impacto de la expansión comercial en la vida barrial, la tensión entre agricultura y urbanización. Son trayectorias e historias de vida que permiten comprender el territorio en su dimensión más humana y comunitaria.

El reto estará en reconocer este conocimiento como parte legítima del proceso y no como un complemento secundario. Solo con un diálogo equilibrado entre lo técnico y lo comunitario será posible construir un Plan Regulador que garantice seguridad, sostenibilidad y calidad de vida para el cantón.

Un proceso en disputa

La reinstalación de la Comisión no significa que el camino esté despejado. Lo que viene será un proceso cargado de tensiones sobre qué contenidos se priorizan, cómo se recogen los aportes y hasta dónde se consideran las propuestas ciudadanas en las decisiones finales.

Sin embargo, la experiencia de estas semanas demuestra que la organización comunitaria es capaz de incidir. La presión vecinal no solo recuperó un espacio que se había cerrado, sino que dejó claro que la planificación territorial es un asunto de interés público que no puede definirse entre cuatro paredes.

Un nuevo capítulo para Escazú

Con este acuerdo, Escazú abre un nuevo capítulo en la gestión de su territorio. La Comisión Especial del Plan Regulador tendrá ahora la tarea de construir un puente entre la mirada técnica y la experiencia comunitaria.

El desafío será mantener viva la participación y asegurar que el futuro del cantón se decida de manera transparente, democrática y con la voz activa de quienes lo habitan día a día.

Herramientas y técnicas participativas disponibles

El Manual de Planes Reguladores enfatiza que la construcción de estos instrumentos no puede limitarse al análisis técnico, sino que debe integrar activamente la participación de las comunidades. Para ello, identifica un conjunto de herramientas que permiten recopilar, sistematizar y validar la información de manera inclusiva y transparente. Entre ellas se encuentran:

  1. Audiencias públicas: espacios formales donde se presentan avances, se recogen observaciones y se abren canales de diálogo directo con la ciudadanía.
  2. Talleres participativos: dinámicas grupales en las que se trabaja con mapas, dibujos y debates abiertos para recoger percepciones, propuestas y problemáticas locales.
  3. Mapeo comunitario: ejercicios donde las personas habitantes identifican en planos o cartografía sus recorridos, lugares de importancia, zonas de riesgo o sitios de conflicto.
  4. Entrevistas y encuestas: permiten profundizar en las experiencias de distintos sectores de la población, recogiendo datos cualitativos y cuantitativos.
  5. Mesas temáticas: espacios de discusión especializados (agua, movilidad, riesgo, vivienda, ambiente) que permiten detallar aportes sectoriales.
  6. Recorridos de campo y observación directa: visitas conjuntas a barrios, quebradas, zonas agrícolas o áreas de riesgo para complementar los diagnósticos técnicos con la mirada comunitaria.
  7. Inventarios y diagnósticos participativos: registros elaborados con apoyo de la población local sobre recursos naturales, espacios públicos, prácticas productivas o usos del suelo.

Estas herramientas demuestran que la información relevante para un Plan Regulador no proviene únicamente de estudios satelitales o consultorías técnicas, sino también del conocimiento acumulado en la vida cotidiana de las comunidades. Su incorporación fortalece la legitimidad del proceso y abre oportunidades para construir un ordenamiento territorial más justo y equilibrado.

Extracto de la sesión del Concejo Municipal
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Ciudadanía logra acuerdo para que la Comisión vuelva a tener voz en el Plan Regulador de Escazú

Tras varias semanas de movilización, tensión en el Concejo Municipal y exigencias por parte de la comunidad, este lunes 25 de agosto la Municipalidad de Escazú comunicó que se alcanzó un acuerdo sobre la gestión del Plan Regulador.

El comunicado establece que el Plan Regulador se trabajará de manera conjunta entre la Oficina Técnica Municipal y la Comisión Especial del Plan Regulador, reinstalando así un espacio de representación comunitaria que había sido eliminado semanas atrás.

Según informó la Municipalidad, el acuerdo fue promovido luego de una conversación entre el alcalde Orlando Umaña Umaña y el vecino Miguel León, que permitió convocar a los siete regidores propietarios para construir una salida negociada. La propuesta será presentada este martes en la sesión ordinaria del Concejo Municipal para su aprobación formal.

Participación fortalecida

El comunicado señala además que se reforzarán las capacidades de la Oficina Técnica y los procesos de participación ciudadana. De confirmarse en el Concejo, se trataría de un paso importante hacia un esquema más equilibrado que combine la capacidad técnica con la incidencia ciudadana.

Para los colectivos que se han movilizado, este desenlace es un reconocimiento al rol de la ciudadanía como actor legítimo en la definición de un Plan Regulador que afecta directamente el futuro del cantón: desde la protección de los Cerros de Escazú y la recarga hídrica, hasta la gestión de riesgos, la movilidad y la calidad de vida en los barrios.

La fuerza de la movilización

El acuerdo no surge de la nada. Fue la presión organizada de vecinos, colectivos y organizaciones —expresada en concentraciones, comunicados y presencia activa en las sesiones municipales— la que obligó a las autoridades a abrir espacios de diálogo y negociación.

La comunidad escazuceña demostró que la vigilancia y la acción colectiva pueden revertir decisiones que parecían cerradas, recuperando un mecanismo de representación ciudadana y exigiendo mayor transparencia en la gestión municipal.

Próxima cita: martes en el Concejo

El próximo martes la propuesta será presentada en el Concejo Municipal. La expectativa es que se apruebe el acuerdo y se ratifique la corresponsabilidad entre la Oficina Técnica y la Comisión Especial, consolidando un proceso de ordenamiento territorial con mayor legitimidad democrática.

La lección es clara: cuando la ciudadanía se organiza, la participación deja de ser un trámite y se convierte en una fuerza capaz de incidir en el rumbo del cantón.

Un camino difícil, pero legítimo

El acuerdo alcanzado no oculta que el proceso estuvo lleno de obstáculos. Las personas vecinas que impulsaron la convocatoria enfrentaron intentos de desacreditación pública, cuestionamientos sobre sus motivaciones e incluso la minimización de sus demandas dentro del propio Concejo Municipal.

A pesar de ello, se mantuvieron firmes en la defensa del derecho a participar en las decisiones sobre el territorio. Con organización, constancia y presencia activa lograron demostrar que sus preocupaciones eran legítimas y que sus reclamos estaban sustentados en principios democráticos.

Hoy, con la apertura de la mesa de diálogo y el acuerdo de trabajo conjunto entre la Oficina Técnica y la Comisión, queda en evidencia que la movilización no fue en vano. Las vecinas y vecinos actuaron en defensa del bien común y reafirmaron que la participación ciudadana no es una concesión, sino un derecho que debe respetarse y fortalecerse.